Cuando Manuel Lapuente le dijo a Nacho Ambriz que estaba dispuesto a ayudarle. Ignacio, antes de responderle cualquier cosa, pensó qué tan mal estaba o cómo se veía que su entrenador -sin ningún temor- le dijo que lo mejor es que se fuera a una “granja”, que él mismo lo podría llevar.

Nacho Ambriz jugando para los Rayos del Necaxa

Entre 1983 y 1989, Nacho Ambriz había jugado solo 19 partidos profesionales y eso sí: muchas fiestas, copas, botellas, mujeres. Seis años que terminaron en alcoholismo. 

Después de Lapuente llegó “Cristo”, luego los libros de Nelson Mandela y Mahatma Gandhi, luego las oportunidades. Después los reclamos y con ello las dudas de la industria y de los aficionados de que sí era capaz de ser entrenador de élite. También se le tachó de defensivo.

¿De dónde sacas la fuerza para seguir? A veces te acostumbras, a veces naces en un sitio donde ser fuerte es la única opción. Nacho Ambriz, ‘Marquitos’ como le conocían en los barrios de Iztapalapa, aprendió que vivir no es fácil y entonces una premisa clara es que lo primero es sobrevivir.

Y así es como generalmente ha ido de a poco avanzando. Antes de irse al Atlético de Madrid con Javier Aguirre dirigió al Puebla donde no le pagaron y no dijo nada. Años después entrenó a Chivas y al América y siempre había ‘algo’, un detalle, que no se le percibía como un técnico ganador, que estaba ahí porque no había otro.

Es más, la prensa de Guanajuato relató que antes de Nacho, en la lista para tomar las riendas del club estaba Matías Almeyda, pero el dinero lo alejó y acercó a Ambriz. 

Cuando consiguió la marca de 12 victorias consecutivas en el Apertura 2019 y después fracasó ante Morelia hace un año en cuartos de final. La afición le recordó todo eso que había ya había leído y visto: “fracasado”, “no eres más que Matosas”, “Matosas si ganaban títulos”, “nunca ganas los partidos importantes”…

Un año después en las calles de León (irresponsablemente por la pandemia) tenían fe (sí, otra vez) en que el equipo volviera a ser campeón. Y por fin lo logró.

Dos años de proceso que culminan un campeonato. Y no solo eso, de cada 10 puntos que disputó en ese lapso ganaban 6.2. Todavía tiene medio año más de contrato. Ambriz, el defensivo, el que pensó que el alcohol lo había acabado hace varios años, el que no gana partidos importantes tiene al club que más tiene la pelota, uno de los más goleadores y sobre todo conformó un equipo unido. 

“La confianza y la fe”, dice, son fundamentales. El futbol es una excusa para poner en práctica una filosofía de vida.

Podría interesarte: León gana un título que sabe a ‘grandeza’ en la Liga MX