No son condiciones futbolísticas, no son deseos de triunfar. La respuesta es una enfermedad emocional, que ha mermado todos los aspectos de la vida de Carlos “Gullit” Peña: el alcoholismo
Entre el Apertura 2013 y el Clausura 2014 el León se convirtió en el mejor equipo de la Liga MX. El equipo estaba conformado por una base de jugadores en busca de revancha, bajo el comando de Gustavo Matosas.
Carlos “Gullit” Peña era la figura de aquel equipo, acompañado de José Juan “Gallo” Vázquez, el ancla y equilibrio del equipo y Luis “Chapo” Montes, quien repartía el juego con su gran clase. El “Gullit”, simplemente estaba por todo el campo: defendía, recuperaba balones, presionaba, conducía, servía y definía, con un físico que le permitía ir de área a área todo el partido.
De repente, este joven de apenas 23 años de edad, originario de Ciudad Victoria, Tamaulipas era observado por equipos europeos. En los Cuartos de Final del Clausura 2013 un reportero de cancha le preguntó: “¿qué opina de que esté un visor del Manchester United en la cancha del Estadio León para seguirlo por ser el mejor jugador mexicano del momento?”
El número 27, con una sonrisa dijo: “estoy enfocado en mi equipo, para conseguir el título”. Seis meses después, se convirtió en bicampeón y el mediocampo de León fue trasladado a la Selección para disputar el Mundial de Brasil 2014.
Su carta, subió desde 1 millón 27 mil dólares en los que fue prestado de Pachuca a León en julio de 2011, hasta 8 millones 827 mil dólares con los que Chivas lo contrató en enero de 2016.
Infortunios y autosabotaje
Entonces comenzaron los problemas: en un juego de preparación, Luis Montes se barrió con fuerza excesiva sobre el defensor ecuatoriano Segundo Castillo. En el choque accidental, ambos jugadores salieron fracturados y quedaron fuera del Mundial. El “Gullit” no volvió a ser el mismo. En Brasil tuvo una actuación regular, pero ya no como la figura que brillaba en León.
Carlos Peña argumentó su baja de rendimiento por el impacto de ver a su compadre, el “Chapo” Montes fracturado en la cancha. Pero el jugador lesionado se repuso a la lesión y a lo largo de los años ha mantenido su nivel, al punto de ser el Mejor Jugador de la Liga en el pasado torneo, llevando al León al título nuevamente.
¿Qué pasó con Peña? No son condiciones futbolísticas, no son deseos de triunfar. La respuesta es una enfermedad emocional, que ha mermado todos los aspectos de su vida: el alcoholismo.
Manuel Vidrio, quien fue su técnico en las inferiores del Pachuca en 2010 lo describía así:
Por su baja de nivel y sus cada vez más frecuentes juergas, el “Gullit” fue vendido a Chivas. Un buen negocio para los esmeraldas: porque al saber su rendimiento mermado, consiguieron la mayor cantidad posible por él, además de deshacerse del problema. Mientras que el jugador lloraba ante la prensa, tras enterarse que tendría que dejar el equipo donde triunfó. Quizá algo profundamente dentro de él, le decía que nada sería igual.
“Nunca pensé en salir, siempre quise quedarme en León. La decisión es de otros, no mía”. En un año disputó 33 juegos y anotó ocho goles. En León disputó 152 partidos y marcó 42 goles. Pero en realidad, el problema recayó en su falta de disciplina para entrenar, sus juergas nocturnas cada vez más constantes y la inestabilidad en su vida personal.
Frecuentemente era visto en bares de la capital tapatía, y también en uno del que era dueño en León. También surgió un caso de infidelidad, con una chica que conoció desde que tenía 16 años y con quien procreó una hija, un fuerte accidente automovilístico y finalmente, el ser separado por su técnico, Matías Almeyda, por llegar al entrenamiento con aliento alcohólico.
El futbol lo perdonó y volvió a León a préstamo, por un semestre sin pena ni gloria. Chivas no lo quiso más y entonces Pedro Caixinha lo salvó, para llevarlo como refuerzo con los Rangers de Escocia, por 3.3 millones de dólares, pero aun cuando consiguió su sueño deportivo, el resultado fue el mismo: en un año jugó 12 partidos y anotó cuatro goles.
Peña volvió a México y recibió una tercera oportunidad, ahora con Cruz Azul. Al debutar en casa, la afición lo abucheó todo el partido: “He madurado en muchos aspectos. Estoy muy bien en mi carrera futbolística y profesional”, prometió entonces a su afición.
Incluso el club le ofreció inscribirse en una clínica de rehabilitación. Pero todo salió mal: primero fue grabado cuando compraba un “six” de cervezas al salir de un entrenamiento en La Noria y poco después lo captaron ebrio en el hotel de concentración, orinando en una fuente del lobby.
En Cruz Azul estuvo seis meses. Después pasó un año con Necaxa, aunque el primer semestre estuvo internado en el centro de rehabilitación. En total jugó cinco partidos marcó cuatro tantos.
“No es que tomara mucho, pero a veces sí me agarraba tres días”, explicó tras su tratamiento.
Un pozo cada vez más profundo
Al salir de Necaxa, terminó en la Segunda División de Polonia, con el GKS Tych, ni siquiera era convocado para jugar. La directiva se sintió defraudada y como castigo no quiso cederlo a préstamo para que siguiera jugando. “Gullit” tuvo que pagar su propia carta para volver a México con Correcaminos, para el Clausura 2020.
Con el equipo tamaulipeco, las cosas mejoraron. Carlos se disciplinó y el equipo marchaba en segundo lugar general, pero torneo se canceló por la pandemia. Pudo permanecer en el equipo que por fin le daba un poco de estabilidad, pero entonces lo llamó Gustavo Matosas, quien ahora era presidente deportivo del Club Veracruzano, en la Liga de Balompié Mexicano.
Peña llegó como la figura principal de la incipiente Liga y se convirtió en líder de goleo, aun sin ser delantero, pero entonces la suerte comenzó a cobrarle: aumentaron los problemas financieros y Matosas renunció. Al día siguiente, la directiva le impidió seguir entrenando Gullit.
Hacia el fin de año, “Gullit” entrenó con los Guerreros de la Plata de la Tercera División y este miércoles firmó un contrato con el FAS FC de El Salvador, en la que probablemente sea la última oportunidad de salvar su carrera e incluso su vida.
Pero su llegada al futbol catracho no fue tranquila: José Eduardo Amaya, dueño del club Santa Tecla dijo sentirse desilusionado por la falta de seriedad del mexicano, pues aunque tenían un acuerdo verbal para contratarlo, “Gullit” nunca dio el sí. Mientras tanto, negoció con FAS a sus espaldas y cuando se concretó la negociación, “se echó para atrás”.
La personalidad alcohólica
Los psicólogos desde el siglo pasado han estudiado las características de la personalidad del alcohólico. Explican que “beber sin control” es solo un síntoma, entre un conjunto de rasgos que provocan que la afectada poco a poco se autodestruya hasta que lo pierde todo y, que la salida es llegar a un sufrimiento tan grande, que los obligue a reconocer que necesitan ayuda.
El Dr. Ernesto Lammoglia, un reconocido experto en el tratamiento del alcoholismo, define a las personas alcohólicas como:
“Incapaces de resistir las exigencias del mundo exterior. Incluso en hombres de apariencia vigorosa. Su inferioridad interior, los empuja a buscar otra personalidad ‘más fuerte’. Pero ignoran un desorden de la personalidad oculto y beben alcohol para obtener gratificaciones prohibidas, o para llevar a cabo hostilidades reprimidas, o desaparecer inhibiciones y ansiedades”.
Detalla que hay una serie de características de comportamiento comunes en los alcohólicos:
- Inmadurez emocional
- Tendencia a crear dependencias emocionales
- Egocentrismo
- Incapacidad de amar
- Debilidad emocional
- Conducta impulsiva
- Angustia patológica o existencial
- Soledad existencial
- Mitomanía y mundo fantástico
- Tendencia a la manipulación
- Incapacidad para integrarse a los grupos humanos, para asimilar, experiencias o tolerar la frustración y el sufrimiento
- Vivir sufriendo y sufrir viviendo
- Tendencia a la evasión, y
- Beber
De acuerdo con Lammoglia, el origen de esta enfermedad está en la niñez, por nacer o crecer en familias disfuncionales. Al madurar, tienen una marcada infelicidad, incluso en casos donde la persona tiene todo el éxito material. Pero si el vació emocional persiste, buscará la manera de destruirse, ya sea consumiendo alcohol o destruyendo su vida, personal o emocional.
“Nunca se sintieron queridos durante la infancia y es perfectamente comprensible que ya como adulto sea incapaz de establecer una relación afectiva y significativa con sus hijos y con quienes le rodean. Ven el mundo a través de una neblina emocional y no perciben lo que siente por él la gente que los rodea. Por eso se aísla, no puede integrarse con: parejas, hijos, amigos, etc. Está centrado en sí mismo en su imagen y su prestigio”, detalla en su texto “La Personalidad Alcohólica”.
Por su parte la organización Alcohólicos Anónimos, indica que esta enfermedad es incurable, progresiva y mortal y que las personas que entran en este torbellino pueden terminar muertos, en el hospital o en la cárcel. Pero que siempre hay una salida para dejar atrás sus problemas.
“Gullit” Peña tiene 30 años de edad y toda una vida por delante, así como un último tramo de su carrera como futbolista. Ojalá que en El Salvador recupere su estabilidad emocional y vuelva a derrochar su talento, de área a área, como mostró alguna vez, como los mejores del mundo.
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