La esperanza se siente “fría, el cuerpo tiembla, las manos sudan”. La esperanza es perder y volver a creer. ¿Qué es la fe? Es ser del Atlas. Así son esta especie de clubes, de personas, que han hecho de la melancolía, la épica y de la derrota un estilo de vida. Si el club fuera un libro sería la novela de Loeonard Cohen, Beautiful Losers. Atlas es campeón del futbol mexicano por la vía del drama: los penales.

El investigador social Rodolfo Aceves lo escribió hace varios años, “probablemente la falta de campeonatos es el elemento más valioso que emana de su historia”. Cuando Julio Furch corrió después de marcar el penal abriendo los brazos, como un ángel, comenzó a escribirse la historia de la leyenda que en 20 o 30 años se contará así: “Yo miré a un equipo lleno de esperanza ser los mejores”. 

Hasta los penales, ‘a lo Atlas’ es como se coronó Atlas. No podía ser de otra manera. Y un equipo de románticos se construye con la esperanza interna y con la desesperanza del mundo. Furch, un delantero que se le miraba de salida; Camilo Vargas, desconocido en el país; Aldo Rocha, un trabajador de mina que en el lugar donde está siempre se gana -antes que otra cosa- el cariño de las personas. Cocca -especialista en hacer competitivos a equipos sin muchas expectativas- logró conjuntar todas las piezas. 

Un equipo lleno de ‘perros de presa’ y pocos artistas es la esencia del club de Cocca que construyó un equipo obrero que supo exprimir hasta reventarse. En el último juego de la liga se tronó Quiñones, se tronó Aldo Rocha, se exprimieron los corazones de los 5.5 millones de atlistas que hay en México y Estados Unidos.

Los románticos -desde Lord Byron hasta el Atlas de Cocca- no pasarán a la historia por lo exitosos que fueron en su momento, sino de lo que se hablará de ellos con el tiempo por la forma en cómo lo consiguieron.  Edgar Saldivar pudo terminar todo antes del alargue, pero no. Aldo Rocha empató el global 3-3 pero las piernas no dieron para más. 

¿Qué es la esperanza? Si fuera un caso clínico el informe diría: “me sudan mucho las manos y siento ansiedad, estoy moviendo las piernas mucho, me paro, camino. Incluso siento esa sensación parecida a cuando tienes frío y el cuerpo te tiembla”. Antonio Badillo es diseñador de profesión y ha sido de los millones que solían decir: “del Atlas aunque gane”. Ayer ganaron. Y así expresa lo que es la esperanza y la fe. Lo mismo que Lorena Ochoa o Eddy Reynoso y que millones de personas.

Antonio fue uno de los que desde temprano se puso su playera del club porque era el día más importante del equipo en los últimos 24 años, personas en las calles de todo el país presumiendo que son del Atlas, en los aeropuertos, en las plazas, en las tiendas. 

Hace varios años el periodista Enrique Blanc, aficionado del club, escribió que el “Atlas tiene una idiosincrasia ligada un poco a la derrota ¿no? Atlas tiene una filosofía muy particular de la derrota, son hermosos perdedores ¿no?, como la novela de Cohen (Beautiful Losers)”.

Atlas fue segundo lugar general, el equipo que hizo de la defensa su principal fortaleza y que empezó a creérsela en su peor momento a principios de este año cuando ligó tres derrotas consecutivas en enero. La construcción de la esperanza comienza en la fe y algo podemos estar seguro, Atlas es mucho de eso y lo será, aunque pasen 70 años más para que se vuelva a coronar. Los románticos nunca mueren.

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