Se dice rápido, pero 25 años es mucho tiempo. En tiempo de NBA, hasta hay campeones que se coronaron en los últimos días, como la sensación de los PlayOffs Christian Braun tienen menos de lo que cumple hoy uno de los tiros más icónicos en la historia del baloncesto. Todos conocemos lo que significa Michael Jordan para la NBA, para los Chicago Bulls y para el planeta baloncesto en general. Nacido en Nueva York y universitario para North Carolina, el número 23 fue drafteado por detrás de Hakeem Olajuwon y Sam Bowie, dos que combinados no llegaron a ganar ni el 34% de campeonatos de los que ganó el GOAT en su carrera.
En ese glorioso 14 de junio de 1998 su Majestad no tenía nada que demostrar. De la temporada 90-91 a la 92-93 había ganado los tres campeonatos consecutivos y, con un retiro para jugar béisbol en el medio, había vuelto y ganó la 95-96 y 96-97. 5 finales, 5 anillos, 5 dedos en su mano… todo parecía escrito. Los ánimos en el equipo de los Bulls parecían de esos de los que no se saldría y, efectivamente, con los egos como principal problema, el equipo montado por el polémico GM Jerry Krause jugaría su última temporada en la 97-98.
Pippen, Rodman, Harper, Longley, Kukoc y el mismísimo Steve Kerr se limitaron a ser los actores de reparto de esa temporada, porque el nivel superlativo de Mike lo hizo iniciar los 82 partidos de temporada regular y 21 de PlayOffs. 28.7 en la etapa regular y 32.4 en las instancias decisivas hicieron de esta su mejor temporada, porque Jordan era como el vino, mientras más añejo mejor. A los 34 años, había ganado su quinto MVP de temporada y clasificó a los Bulls a la postemporada.
Luego de unas fáciles primera ronda y semi de conferencia ante New Jersey Nets y Charlotte Hornets, la batalla ante los Indiana Pacers de Larry Bird fue la más dura para los dirigidos por Phil Jackson. Con Reggie Miller a la cabeza, los Pacers casi le tuercen el brazo a los Bulls, pero con unos enormes 28 puntos, 9 rebotes y 8 asistencias de Jordan, los de Chicago jugarían otra final más ante los temibles Utah Jazz de John Stockton y Karl Malone.
Enemigos de época, el power dúo de Salt Lake City tendría grandes chances de levantar el campeonato cualquier otro año en el que Your Airness no estuviese sobre el parquet. 3-2 arriba, el juego 6 se jugaría en el Delta Center. De visitante, los Bulls irían por la hazaña e intentarían consagrarse en territorio enemigo. Si vamos a lo frío de los números, Michael Jordan estuvo más frío que los picos de las montañas de Utah por el hielo que corría sobre sus venas: 1 asistencia, 1 rebote y 45 puntos, como el número de camiseta que utilizó en su vuelta a las canchas, fueron realmente un escándalo.
Ya con 43 iba a ser monstruoso, pero los últimos 2 fueron la cereza del postre: 22 segundos restantes, Utah arriba por 1, 86 a 85. Manejaban la ofensiva, Stockton intenta un pase a
Malone que estaba posteado, pero ni bien recibe alguien le manoteó el balón… era Michael. 15 segundos de traslado y conducción para ejecutar una obra maestra: 4 grados por la izquierda, rompió hacia el medio… su defensor, Byron Russell, lo siguió a todas partes. No sabía que él lo veía todo. Frenó en seco, Russel fuera, un tiro abierto y sólo, de los que seguro había metido mil en la práctica el día anterior. Tan natural, tan fácil para él. Una pelota que pesaba una tonelada y estaba prendida fuego entró sin tocar el aro a falta de 5 segundos. 87 a 86. Mala ofensiva de Utah y final. Bulls campeones por sexta vez en 8 años, el segundo three-peat de la franquicia y la última obra magna del tipo que pintó el baloncesto sobre cada lienzo que tuvo delante… la última masterclass de Michael Jordan.