Los Juego Olímpicos siempre son importantes, pero quizás el fútbol es un deporte secundario. En Beijing 2008, la Selección Argentina llevó un combinado realmente fuerte con nombres de juventud pero de calidad y un Juan Román Riquelme impresionante, desde lo mental, lo futbolístico y el liderazgo que transmitía en el grupo.
Sergio Checho Batista fue el director de orquesta de aquel plantel que jugaba un fútbol sublime y que terminó consiguiendo, en aquella cita en la República Popular China, su segunda medalla de oro en la historia.
Aquellos pibes menores a 23 años tenían gran potencial y fueron con la idea de quedarse con el puesto 1 del podio. Oscar Ustari, en ese momento arquero del Getafe, estaba muy bien, pero las lesiones de muy chico lo opacaron, incluso, en cuartos de final. Sergio Romero era el segundo arquero y quien se quedó con el puesto en los partidos más importantes. Nico Navarro, ex San Lorenzo, fue el tercero.
La defensa estaba conformada por Ezequiel Garay, quizás el más consolidado, Pablo Zabaleta y Luciano Fabián Monzón en los costados y el segundo central rotaba entre Nicolás Pareja y Fede Fazio.
El mediocampo ya atentaba con lo que venía: buen fútbol, corazón y, sobre todo, mente fría en momentos calientes. Fernando Gago, surgido en Boca, ya había mostrado todas sus virtudes como un gran pasador de pelota. Fino y elegante.
Javier Mascherano era el todoterreno encargado del juego sucio. Éver Banega era el reemplazante de alguno de estos dos, aunque siempre corría de atrás porque estos dos nombrados anteriormente pasaban un muy buen momento en el año 2008.
Riquelme, dueño y señor del equipo. Con 30 años recién cumplidos, transmitía esa confianza que necesitaban los delanteros y los hacía sentir importantes. Portaba la 10 pero lo preparó a Messi para que en el futuro lo haga. Esa fue la primera experiencia para el rosarino quien alguna vez dijo que había aprendido a patear tiros libres (hoy una de sus especialidades) gracias al 10 xeneize.
Además de Lionel, Sergio Agüero y Ángel Di María eran los puntas del equipo. Estos forjaron un largo camino los años siguientes pero el inicio fue en estos JJOO.
Ezequiel Lavezzi, José Sosa y Diego Buonanotte eran otros de los nombres interesantes.
En grupos, Serbia, Australia y Nueva Zelanda fueron los rivales a vencer. Holanda, un baile espectacular a Brasil, el eterno rival y una final que todos quisieran disputar: Aquel 23 de agosto de 2008 no fue un día cualquiera para estos pibes: una final dura ante las Súper Águilas que debían superar controlando la pelota y evitando los contragolpes del conjunto africano.
Con una espectacular pelota de Lionel Messi al espacio para que Ángel Di María vuele por el andarivel izquierdo a espaldas del marcador derecho nigeriano, el zurdo definió de manera exquisita por encima de Ambruse Vanzekin, arquero del equipo que vestía de verde, y puso el 1 a 0 final que quedó en la historia.
Diego, con su presentismo tan imponente, desde la tribuna apoyó a esos pibes que dieron cátedra. Casi 3 de la madrugada Argentina y todo un pueblo feliz por el logro de los pibes, quienes más tarde, serían el futuro de la Selección Mayor y lograrían formar planteles competitivos en varias Copas del Mundo.