Independiente perdió ante Colón en Avellaneda y Ricardo Zielinski, su entrenador, dejó su cargo. El Rojo, máximo ganador histórico de la Libertadores, se encuentra a dos puntos de la zona de descenso y el “Ruso”, otra vez, no estuvo a la altura de un club grande, algo que no es la primera vez que ocurre. ¿Qué le ha ocurrido al DT cada vez que tuvo que asumir en clubes con expectativas medias-altas?
Zielinski saltó a la fama por haber sido el técnico que ascendió con Belgrano en la Promoción 2011, en aquel duelo que relegó, por primera vez en su historia, a River a jugar en la B Nacional. El “Pirata”, equipo muy popular en Córdoba, había arrancado muy mal esa temporada y la terminó con un ascenso en el Monumental, lo que llamó la atención de todo el país. En Primera, realizó muy buenas campañas, siempre por encima de la mitad de la tabla y con clasificaciones a la Copa Sudamericana de 2013, 2015 y 2016. En las dos primeras, las únicas que llegó a disputar, no pasó la primera fase.
Tras renunciar en el club cordobés, le llegó la primera oportunidad grande de su carrera: Racing, herido tras la salida de Facundo Sava, lo fue a buscar con el antecedente fresco. En La Academia, el “Ruso” tuvo el plantel más rico de su carrera, con campeones del Mundo como Marcos Acuña y Lautaro Martínez y figuras como Gustavo Bou y Lisandro López, pero su efectividad no superó el 50% y más allá de golear en el clásico, duró solo seis meses en el cargo.
Después de esa experiencia, recaló en Atlético Tucumán, un club que estaba seriamente complicado con el promedio. Si bien el comienzo no fue bueno, con un plantel terrenal, armado con descartes, terminó clasificando a dos Copas Sudamericana por torneo y además, realizó dos campañas históricas para el Decano: la primera, en la Copa Argentina 2017, en la que llegó a la final, pero perdió 2-1 ante River.
Haber alcanzado ese partido definitorio le dio el pasaje a la Copa Libertadores del año siguiente, en la que se hizo fuerte para pasar segundo en fase de grupos, superó a Atlético Nacional y se metió entre los ocho mejores de América. En cuartos de final, cayó por goleada ante Gremio. Estas experiencias, si bien lo posicionaron como un DT a tener en cuenta para un reto más importante, ya demostraban lo que le costaba dar ese último salto, el más importante de todos.
Con su ciclo ya entrado en tiempo en el equipo del norte argentino, lo llamó Estudiantes, un club mediano-grande, para salir de la crisis futbolística en la que estaba sumergido. Rápidamente, en su primer año, contrató muchos jugadores de experiencia y su efecto de sacapuntos le sirvió al “Pincha”, que pasó de no hacer un gol durante 10 partidos a meterse entre los ocho mejores de la Copa de la Liga y a terminar el año en puestos de Copa Libertadores.
El segundo año de su ciclo también lo inició con gran cantidad de refuerzos y la ilusión, por la exigencia de los hinchas, de conseguir un título. Tras hacer un muy buen primer semestre en lo numérico, se ahogó en la orilla en la Copa de la Liga quedando afuera en cuartos de final contra Argentinos Juniors, de local con un hombre de más durante todo el segundo tiempo. Ese día, algo se rompió con el plantel: de ser el tipo al que le salían todas, pasó a ser mirado de reojo por tener un techo bajo en cuanto a la ambición.
En el segundo semestre, perdió gran cantidad de partidos en el torneo local y solo lo mantuvo en el cargo la participación en la Copa Libertadores, en la que también quedó fuera en cuartos de final luego de una polémica serie ante Athletico Paranaense en la que le anularon un gol válido que lo clasificaba. Otra vez, su equipo volvía a mancarse en la orilla y no podía cruzar el rubicón. Poco tiempo después, decidió renunciar al cargo por los malos resultados. El saldo fue positivo: estabilidad futbolística por dos años, con grandes porcentajes y retornando a las peleas, pero quedó la sensación de que le faltaron agallas en los momentos determinantes y una cuenta pendiente: la poca cantidad de juveniles que usó.
Con ese currículum reciente, cruzó el charco para dirigir a Nacional de Uruguay. Ya catalogado por algunos como “DT de equipo chico”, debutó con una derrota por penales en la Supercopa Uruguaya y acumuló tres victorias, tres empates y una derrota en el campeonato uruguayo. Su ciclo, que se clavó en el 50% de la efectividad, se cortó abruptamente por rispideces con la hinchada y jugadores.
Independiente, clásico rival de Racing, fue quien decidió contratarlo para afrontar otra situación tormentosa. La ideología de los hinchas del “Diablo” era prácticamente anónima al modelo del juego del entrenador, por lo que llegó resistido. Sin embargo, cumplió con todos los prejuicios: el equipo nunca tuvo una idea de juego, no promovió juveniles y, lógicamente, los resultados no lo acompañaron. 18 encuentros, con 5 triunfos, 5 igualdades y 8 derrotas sellaron su destino en un club que institucionalmente está prendido fuego.
Las estadísticas son contundentes: sus etapas en clubes grandes, Nacional, Racing e Independiente, fueron decididamente malas. Sus ciclos en clubes medianos, Belgrano, Atlético Tucumán y Estudiantes, fueron de buenos a muy buenos, pese a tener asignaturas pendientes. ¿Para qué sirve hoy contratarlo? Quizás, a una institución ordenada y con objetivos más chicos, puede darle una estabilidad futbolística sostenida, pero al costo de resignar las divisiones inferiores. Está a las claras que, toda su formación en el ascenso, le baja las aspiraciones y el techo, lo que es incompatible con clubes que buscan ser protagonistas.