El fútbol argentino vio brillar a muchos cracks, pero sin dudas uno de los mejores jugadores que demostraron toda su magia fue Ariel Arnaldo. A pura gambeta, recortes y definiciones de un jugador distinto al promedio, volvía a ponerse la remera de un club argentino para “divertirse un rato”. Los Leprosos contentos porque El Burrito Ortega eligió los colores rojo y negro.
Nacido en Jujuy, el enganche siempre se destacó por su gran movilidad y velocidad. En Atlético Ledesma debutó de manera amateur a los 14 años. Sí, con 14 años se puso la camiseta del club de su pueblo natal por el Torneo del Interior, certamen de Tercera División para los clubes indirectamente afiliados a la AFA. Y con tan corta edad le anotó un gol a Sportivo Alberdi, el clásico rival.
Roberto Gonzalo, DT del equipo, le ofreció un viaje a Buenos Aires para hacer una prueba en Boca e Independiente. No obstante Ortega quería vestir la blanca con la banda roja, por lo que consiguieron una prueba en River Plate. Hincha del club y con una habilidad tremenda, quedó.
A los técnicos de las juveniles le gustaba mucho el juego de Ariel y le prestaban mucha atención porque sabían que tenían un pibe con mucha proyección por delante. 10 meses después de su llegada, lo subieron a entrenar con el primer plantel y debutó contra Platense bajo la dirección técnica de Daniel Passarella y de a poco se fue consolidando en el equipo de Núñez. En 1991 también consiguió su primer título con el club.
Tras brillar en Argentina, tuvo destino europeo: Valencia, Sampdoria y Parma. Una vuelta corta a River y una experiencia turca. El Fenerbahce, en mayo de 2002, lo fichó por 7.500.000 dólares, de los cuales 2.5 fueron para el Parma. Fenerbahçe también compró sus derechos de imagen por un millón y medio de dólares. Ortega firmó un contrato de 4 años. La idea era que tenga un asentamiento en la institución que es una de las más grandes del país.
Pero los problemas comenzaron en el 2003, cuando Ortega no había regresado de su servicio internacional desde el 12 de febrero. Ya en junio, el conjunto que viste de azul y amarillo presentó una queja en la FIFA, que terminó resolviendo que el delantero 11M de dólares como indemnización por incumplimiento de un contrato de trabajo y lo suspendió hasta el 30 de diciembre de ese año. En el club turco disputó 14 partidos y anotó 5 goles. Su paso no fue bueno.
Pero un panorama que parecía gris cambió: En agosto de 2004 Newell’s Old Boys negoció con el club turco y destrabó la inhabilitación que le había impuesto la FIFA por el incumplimiento de su contrato con el Fenerbahçe. Ortega llevaba varios meses sin jugar al fútbol profesional cuando aceptó la propuesta de Newell’s, club que le ofrecía pagar la indemnización reclamada por el Fenerbahçe para que el jujeño jugara en el equipo rosarino.
Aquel domingo 12 de septiembre de 2004, el Burrito debutó ante Banfield en lo que fue empate a 1 por la quinta fecha. Ortega demostró su clase después de 578 días de su último partido oficial. Hasta esa fecha, el último partido de Ortega había sido el 12 de febrero de 2003, en derrota por uno de Holanda frente a Argentina.
Con La Lepra tuvo grandes actuaciones que lo terminaron llevando a ser ovacionado en varias ocasiones por el público. Fue parte fundamental del Apertura 2004 de la mano de Américo Gallego, quien le dio el rol de líder futbolístico del plantel.
“Aquel equipo del 2004 jugaba muy bien; ahí aparecieron Belluschi, el Guille Marino, jugadores muy buenos. Y estaba el Tolo Gallego, que es una persona que quiero mucho y como técnico me saco el sombrero”, declaró para un medio de Rosario el ahora ex futbolista.
La situación problemática fue por extrañar a su país, y sin dudas, el fútbol argentino lo extrañaba a él. El recuerdo más maravilloso que le puede quedar a alguien son las muestras de cariño, lo que no le faltó a Ortega en Newell’s Old Boys de Rosario.