El escenario es muy diferente al de hace unos años. Este señor, que hoy cumple 75, está sentado en la grada de una pequeña cancha en Badalona. El nombre del estadio le es familiar, es como el patio de su casa. Azul y Oro FC se juega el ascenso a la tercera división de Cataluña y la Bombonera de Badalona explota. Sin embargo, las miradas se van todas a ese hombre con gafas y pelo blanco… Carlos Bianchi no puede convivir con esa incomodidad y saluda y se saca fotos, aunque está allí para acompañar a su nieto Paul, que es el único de la familia en seguir los pasos del Virrey.

Oriundo de Villa Real, Carlos Bianchi siempre fue aficionado del fútbol. Mayor de tres hermanos, hincha de River en sus comienzos y jugador de potrero, comenzó con una de sus mayores adicciones: meter goles en el arco rival. Ya constituido como delantero, recaló en las inferiores del Club Vélez Sarsfield, aquél que quedaba a 10 cuadras de su casa. Su historia con la V Azulada sería vasta, pero comenzó como cualquier otra: de ayudar a su padre Amor con la venta de diarios se convirtió en futbolista profesional el 23 de julio de 1967, el día en que debutó en Primera División ante Boca Juniors, otra institución que marcaría su carrera no como jugador, sino como entrenador.

Como jugador de la institución de Liniers, el Virrey fue campeón del Nacional 1968 con tan solo 19 años. Luego de ese torneo, comenzó su despegue como delantero goleador, ya que fue el máximo artillero del Nacional de 1970 y el Metropolitano de 1971. Sus dos grandes temporadas le valieron para que los ojos de los directivos de clubes europeos se fijaran en él, y en 1973 pasó al Stade de Reims francés.

Máximo goleador de la Ligue One en tres de las cuatro temporadas que disputó en su primer ciclo, el Virrey sería transferido al Racing de Estrasburgo y, tras un corto período, sería una de las estrellas que adornarían el cielo de París jugando para el equipo más conocido de la ciudad. Su carrera en Francia es intachable, ya que tiene 179 tantos convertidos en la competencia doméstica, número que fue alcanzado hace poco por un tal Kylian Mbappé. Luego de 7 largos años, una vuelta a Vélez y unúltimo baile con el Stade de Reims, Bianchi colgó los botines.

“No sabía que los segundos tenían medalla, es la primera vez que perdemos. No sabía, por eso no me quedé” soltó Bianchi post derrota ante el Bayern Munich en Tokio. Esa frase resume lo que fue su primera etapa como director técnico. Tras un corto paso para agarrar envión en Francia, recaló en Vélez. Con el club que lo vio florecer en el fútbol arrasó los torneos nacionales con cuatro ligas y marcó un hito en la historia del club: conquistó la Copa Libertadores, la primera para la institución, y luego derrotó al Milan de Italia para consagrarse campeón Intercontinental en 1994.

En su vuelta a Europa, dirigió durante una temporada a la Roma y, en 1998, cayó en su segundo club en la Argentina: Boca Juniors. El DT fue el director de la orquesta que tocó las mejores sinfonías en la historia del Xeneize. Logró montar un equipo que quedó para los libros, con el que ganó tres Copas Libertadores y dos Intercontinentales, con una gesta imponente ante el Real Madrid de los Galácticos en el 2000. Luego de algunas experiencias posteriores en Atlético de Madrid y unos ciclos sin pena no gloria en Boca, Bianchi dejó de entrenar en 2013 justo cuando Juan Román Riquelme se fue de Boca, el profesor y su mejor alumno cerraron su ciclo.

Hoy, el Virrey es visto en Buenos Aires cuando va a ver algún partido de los clubes que lo marcaron en su carrera como jugador y entrenador, dando seminarios o charlas para los más jóvenes o con su esposa Margarita en París, su segunda casa fuera de la Argentina. Está retirado de los campos de juego, pero su legado sigue vivo en cada hincha que disfrutó de sus victorias, decisiones y célebres frases, que también están marcadas en la historia del fútbol.