Un 29 de septiembre del año 1996, Boca Juniors recibió a River Plate en La Bombonera en el que se palpitaba un superclásico importante y terminó siéndolo: Boca, dirigido por Carlos Salvador Bilardo, lo ganó agónicamente tras el gol del uruguayo Hugo Romeo Guerra en una jugada poco ortodoxa.
El Xeneize necesitaba ganar para seguir peleando por el campeonato doméstico del fútbol argentino y sabía que el conjunto Millonario siempre es un duro rival, pero el papel de la famosa número 12 y todos los hinchas de Boca fueron importantes para terminar quedándose con aquellos fundamentales 3 puntos en la sexta fecha del Apertura.
Pero cuando se recuerda al delantero uruguayo, es inevitable no volver al pasado y pensar en ese gol con la nuca, o quizás no, según confesó años más tarde el propio protagonista; pero lo que quedó en la memoria de los hinchas del Xeneize fue el agónico grito y un desahogo con final feliz.
River, que venía muy bien en la Copa Libertadores de América, llegaba como favorito a La Boca, pero el conjunto local en su cancha siempre tiene un plus, un bonus…
Boca Juniors comenzó mejor y a los 5 minutos, Roberto Pompei anotó el primero de la tarde-noche de domingo. Con la 11 en la espalda, Tito desenvolvió un sablazo letal que pasó por encima del Mono Burgos y que se coló en el ángulo superior derecho del arquero surgido futbolísticamente en Ferrocarril Oeste.
River lo empató a los 21 minutos del primer tiempo, 20 después del gol tempranero de Pompei, tras un muy lindo gol de Marcelo Salas. El chileno controló un centro que había llegado desde el costado derecho, enviado por un jovencito Burrito Ortega y empataba el encuentro.
El otro jugador charrúa que tenía el equipo de La Ribera era Gabriel Cedrés, quien ejecutó un penal a los 61 minutos y puso el 2 a 1 a favor de los locales, pero 10 minutos después, Juampi Sorín tocó y se proyectó al área, para recibir un espectacular centro de Hernán Díaz y poner el empate a 2.
El marcador decía que ya se habían jugado 90 minutos y que el árbitro podía pitar el final, pero a Boca le quedó una más: Mauricio Pineda envió un tiro libre al punto penal y allí encontró la cabeza de Guerra, quien le ganó la posición a Eduardo Toto Berizzo, saltó de espaldas al arco y venció la estirada de Germán Burgos. ¡Sí, de espaldas y sin ver los tres palos del Mono Germán! De esa manera, Hugo Romeo Guerra se metía en la historia del clásico más importante de toda Argentina.
Con la 9 en la espalda, el delantero yorugua se colgó del alambrado, como lo supo hacer el Manteca Martínez, compatriota suyo, y todo el estadio Alberto J. Armando festejó.
En el palco, otro Armando también festejó: un tal Diego. Diego Armando Maradona. El 10, que como siempre estaba enloquecido con las canciones de los hinchas Xeneizes, festejó a puro corazón con su familia, que lo habían acompañado. Sin remera y con una sonrisa de oreja a oreja.
Quizás, el papel de Guerra en Boca no fue tan relevante, pero este gol fue muy importante para el club. Sin dudas alguna, el más importante en su paso con la camiseta Azul y Oro.
El nacido en la ciudad de Canelones, Uruguay, tuvo una de las mejores noches de su vida un 29 de septiembre. Cuando en el mundo Boca se menciona el apellido Guerra, el primer recuerdo es aquél nucazo (o no) para la alegría de todo un estadio. En el cielo, Hugo Romeo debe tener una sonrisa.