“De Cali para el mundo”, así decían los fanáticos de Albeiro Usuriaga, el delantero colombiano que enamoró a todo su país a pura gambeta, potencia y velocidad a pesar de su gran porte físico. Era de los delanteros que enamoraba con su fútbol porque hacía cosas distintas al resto que le salían de manera innata. Años más tarde, murió en el barrio donde se crió.

De pequeño le inculcaron hacer deporte para cuidar la salud y su familia estaba convencida que debería jugar baloncesto por su altura. Con 10 años ya les sacaba una gran diferencia a los demás compañeros de su misma categoría y, como se conoce, el tamaño del jugador en el deporte de la naranja es fundamental.

Pero cuando le ponían una pelota de fútbol se divertía más porque intentaba cosas nuevas. Veía a los mejores del mundo e intentaba copiarlos. A partir de los años 80, cuando Albeiro ya estaba entrando a la adolescencia, decidió dedicarse de lleno. Llegó al América de Cali, club que declaró ser hincha, y debutó en el fútbol doméstico de Colombia en el año 1986. 

Pero poco tiempo duró, ya que Atlético de Nacional, dirigido tácticamente por el grandísimo profesor Francisco Maturana pidió por ese delantero joven, de 1.93mts que tenía la habilidad necesaria para ser el delantero de uno de los mejores equipos de América. Allí, en 1989, Palomo, como lo apodaban, se destacó en la Copa Libertadores de 1989 que ganara por primera vez para Colombia, en el célebre partido en el que su club derrotó 6-0 a Danubio de Uruguay, marcando 4 de los tantos de ese vibrante partido.

Además, anotó el gol decisivo que igualó la serie final del mismo torneo, contra Olimpia de Paraguay, lo que llevó a la definición del título mediante disparos del punto penal, con los cuales terminaría ganando el equipo colombiano. Tras un breve paso por el Málaga posteriormente, entre 1991 y 1993 fue figura en el América de Cali, siendo subcampeón en 1991 y campeón en 1992.

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Albeiro Usuriaga y su etapa brillante con el Rojo

El año 94 se jugó en Mundial de Estados Unidos y el delantero no fue citado por la Selección de Colombia e Independiente de Avellaneda, glorioso club argentino, compró al jugador: llegó como una estrella que venía a hacer dupla de ataque con Sebastián Rambert. Miguel Ángel Brindisi, quien había asumido luego de que Pedro Marchetta deje el cargo en el club, confiaba mucho en el jugador cafetero y le dio la confianza de ser titular todo el torneo. Se consagró en el Torneo Clausura de la Primera División de Argentina y la Supercopa Sudamericana. En 1995 logró el bicampeonato de la Supercopa, luego de derrotar al Flamengo de Brasil por un marcador global de 2 a 1. Este club lo recuerda con mucho afecto tras su exitoso paso, acumulando 63 presentaciones, 20 goles y tres títulos durante dos períodos por Avellaneda.

Luis Islas, uno de los referentes de ese equipo, decía que Usuriaga le daba al fútbol argentino todo lo que no tenía. “Era muy veloz y fuerte. Tenía mucha categoría y era inteligente”, agregó el arquero en alguna entrevista que hizo hace años.

SUSPENSIÓN DE AFA

El gran problema que tuvo Usuriaga en el conjunto de Avellaneda fue que, durante el año 1997, dio positivo en un doping de cocaína. El futbolista, cuando salió todo a la luz en distintos medios de comunicación, aceptó su error, nunca lo negó y fue sancionado con 2 años de sanción que lo alejaban del verde césped. A partir de todo esto, su carrera fue de mal en peor. 

Su lejanía con el fútbol durante ese periodo le hizo perder nivel, ansias de ganar, y sobre todo, competencia. Cuando regresó a jugar, lo hizo con la camiseta de General Paz Juniors de Córdoba, equipo que militaba en el Torneo Argentino A. Se destacaría, fue la figura y en esa temporada se coronó el ascenso del equipo a la Primera B Nacional, por primera vez en la historia del club. Ese paso por el Poeta cordobés hizo que Palomo se convirtiera en uno de los ídolos máximos de esa pequeña institución argentina. Asimismo, tuvo un breve paso por All Boys. 

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TRÁGICO FINAL

Siempre fiel a sus convicciones y de difícil convencimiento, Albeiro una vez retirado volvió a vivir en su barrio. 12 de Octubre, precario lugar de Colombia. Intentaba ayudar a la gente cada vez que podía. Se conoce que Palomo le pagaba los estudios universitarios a varios chicos del barrio que no tenían la posibilidad de hacerlo. Además compraba ropa y la repartía para todos los suyos. Tenía mucho cariño y no se había olvidado de donde había salido. 

Una tarde de febrero del año 2004, el exfutbolista estaba en un bar donde hacían juegos de azar por dinero, ubicado en su barrio, “su zona”. Allí acostumbraba pasar el tiempo con amigos y vecinos jugando dominó o cartas. En ese momento, un joven se bajó de una moto y le disparó varias veces, ocasionando su muerte inmediata. 

Años después, con el caso mucho más claro, se identificó que los responsables de quitarle la vida al talentoso Albeiro fue un grupo de sicarios. 

Su último adiós fue como él quería: salsa y multitud en la catedral. Hoy, descansa en paz en el cementerio Metropolitano de Cali. 

Siempre fue distinto al resto, se caracterizaba por salir de lo común y una sonrisa imborrable. Quedó en la memoria del pueblo colombiano, de los hinchas de Independiente y de fanáticos del fútbol argentino que Palomo conquistó con su magia.