Racing sueña con la Copa Sudamericana. Avellaneda explotó y la ciudad se vistió de celeste y blanco tras la victoria 2-1 ante el poderoso Corinthians en el Cilindro, con dos goles de Juan Fernando Quintero. Al principio parecía una noche tenebrosa, de mucho miedo, para los dirigidos por Gustavo Costas pero la situación se revirtió y se disfrazaron de victoriosos.
Noche del 31 de octubre, Halloween, y a La Academia no tuvo miedo: el partido comenzó de una muy mala manera con un gol inesperado de Yuri Alberto, una de las figuras del equipo paulista comandado por Ramón Ángel Díaz, pero un golpe de realidad cayó tras la búsqueda de un centro rasante que generó un penal. El tiro desde los 12 pasos quedó en pies del crack colombiano, quien no falló. Una vez más, en un momento difícil de juego, Juan Fernando Quintero y su zurda mágica brindaron alegría, esta vez, al hincha de Racing.
Los racinguistas montaron un espectáculo formidable con fuegos artificiales que se cerró con final feliz tras el segundo gol de Juanfer. Una avivada del alcanzapelotas fue crucial: apenas salió del campo el balón, se lo colocó en las manos rápidamente a Salas, quien sacó para Maravilla Martínez y el resto fue historia.
Los de Avellaneda son finalistas de la Copa Sudamericana, rompiendo una racha de 32 años sin llegar a definiciones internacionales. El cruce será contra Cruzeiro el 23 de noviembre en Asunción, Paraguay.
Cuando quiere, el Mago cafetero demuestra que puede. Y que le sobra. Quintero es ese tipo de jugador que puede definir el resultado del partido en situaciones aisladas y específicas. Aparece y desaparece, bien característico de los genios.
Y hay que destacar al resto: el volante central Juan Nardoni demostró tener la suficiente confianza en sí mismo y hacerse cargo de todo el carril de juego. Sus recuperaciones han sido tan buenas que le facilitaba la creación a los ofensivos para que lleguen al área rival cómodos.
Maximiliano Salas es el futbolista sacrificado que todos quieren en su equipo. Corre y no para de correr, rendirse no está en sus planes y quedó demostrado por qué Gustavo Costas confía tanto en el delantero de pie hábil izquierdo.
Arias respondió y calló algunas bocas que no lo bancaban. Ahora la historia cambió. Fue importante en el resto del juego a pesar de su grave error en la anotacion de Yuri Alberto para los brasileños.
“Ahora hay que disfrutar, no ganamos nada todavía. Llegar a la final es hermoso, hay pocos equipos llegan a una final pero las finales no se juegan, se ganan. Para hacer el sueño desde el primer día en el que llegamos era eso: llegar y hacer algo con Racing en el plano internacional. Si bien algo más queríamos pelear todos, que no pudimos o nos dio. El sueño de llevar a Racing a algo internacional está a un paso nada más”, inició el capitán del equipo que obtuvo la Supercopa 1988, el último titulo internacional y el cual se obtuvo justamente en una final ante Cruzeiro.
“Nos tocó comer palazos, nos mataron por todos lados, como que nos teníamos ir de todos lados, pero ellos ganaron, se levantaron y tuvieron compromiso. Siempre dije que estuve orgulloso de este grupo, porque sabían lo que nos jugábamos. Este grupo, a pesar de todos los palazos que tuvo, pudimos lograr levantarnos siempre y lograr hoy lo que Racing no hacía hace muchos años. Lo dije el primer día, que Racing necesita algo internacional”, cerró el siempre tan creyente Costas.
Racing sueña con la Copa Sudamericana y los números sustentan ese anhelo: 21 goles a favor y solo 3 en contra respaldan con números la buena labor en el Cilindro en la Copa Sudamericana. Goleadas 3-0 en fase de grupos, 6-1 a Huachipato en Octavos, 4-1 a Atlhetico Paranaense y un ajustado 2-1 en semifinales. Y sí, su gente se hace sentir y al rival, directa o indirectamente, lo intimida.
Seguramente Costas esté contento por jugar una final pero súper nervioso por lo que pueda suceder en los últimos 90 minutos. Los hinchas también, pero el DT es la mejor representación posible del fanático de Racing. Seguirá corriendo por su espacio como uno más de los jugadores. Llegó con una carpeta, una mochila cargada de ilusiones y pidió trabajo con la convicción de que le iría bien. Merece que así sea, por su experiencia y sentido de pertenencia; por potenciar a sus jugadores; por su poca prensa y nunca ser el protagonista principal; por besar la medalla que siempre lo acompaña. Costas cree en los milagros.