Siempre son extraordinarias estas historias de hombres, como Manuel Greenham, que van más allá de sus límites físicos y mentales y consiguen aquello que la mayoría pensamos que es imposible: correr maratones, triatlones, realizar Iron Man, escalar los picos más altos, descender a los fondos más profundos, resistir minutos y minutos bajo el agua, sin respirar…
Pero, ¿qué motivaciones llevan a estos super atletas?, ¿a qué retos se enfrentan cuando están al límite de sus capacidades físicas o mentales?, cómo entrenan para estar listos a sus hazañas?
En VAR Deportivo conversamos con Manuel Greenham, un tiburón mexicano, nadador de aguas abiertas y un hombre que no conoce los límites.
“Toda la vida he sido deportista. Hice triatlón, medio Iron Man. Un día me invitaron a una competencia en equipo de 35 kilómetros en el mar y me encantó y me decidí seguir. Nadas 30 minutos y descansas 90, hasta completar la distancia. Esto fue hace seis años”.
Refiere Manuel Greenham
Su segunda competencia fue de 11 kilómetros y, pese a su poca experiencia, se quedó con la victoria. “Entonces me di cuenta que podía hacer algo importante. Además quise seguir porque era una forma de apoyar gente con necesidades”.
El siguiente paso fue aumentar el reto: una tercera distancia de Cancún a Isla Mujeres, (10 kilómetros, con un segundo lugar) y luego la competencia de 35 kilómetros nuevamente, pero ahora solo.
“Quise regresar, pero no logré organizarme con mis amigos: quería competir y ellos iban a participar”. Me preparé y volví a ganar. Nadé 10 horas y 18 minutos, gané y fue increíble”.
Retos y motivaciones
Manuel Greenham explica que esta forma de enfrentar el agua es un reto, en todos los aspectos, porque además que el hombre no está hecho morfológicamente para nadar, conforme pasa el tiempo el organismo se cansa, se deshidrata, la piel se reseca con la sal y no se puede descansar.
“Hasta 11 kilómetros puedo nadar sin comer o beber nada. Después de esta distancia, va una lancha con abastecimiento: carbohidratos en agua, puré de papa, de camote, sadwiches de crema de cacahuate, en trozos muy pequeños porque no puedes subirte o sostenerte de la lancha. La comida va en un recipiente amarrado con una cuerda, que no puedes tensar porque es motivo de descalificación. Además es muy cansado comer y flotar”, indica.
Y “agrega: La dinámica es abastecerte cada 30 minutos. Si te deshidratas, es imposible terminar. También tienes que cambiar el menú porque te cansas de comer lo mismo. Por eso en la lancha va gente que conoce tu entrenamiento y tu dieta”.
Otro aspecto más complejo es el desgaste físico, pues Manuel explica que la proporción entre correr y nadar es de 5 a 1, es decir, nadar 35 kilómetros equivale a correr ¡175 kilómetros!
“Al pasar tanto tiempo en el mar, la piel se ‘cuece’ por la sal. Una vez pasé una semana sin comer porque la lengua se me coció. La piel se roza y nadie te puede ayudar”. Comparte.
Sin embargo, es más importante la experiencia de retarse a sí mismo y vencer sus límites, más allá del dolor, más allá del cansancio: “hacer cosas que nadie más ha hecho”, señala.
“Me estoy preparando para cruzar las Maldivas. Es una distancia de entre 900 y 950 kilómetros. En teoría tardaría 3 meses, nadando de 8 a 10 horas diarias y subir al barco a dormir. Esto implica vivir 3 meses en un barco y es muy desgastante cuando no estás acostumbrado. También necesitamos patrocinios. Un logro de este tipo merece atención”, advierte.
Para este reto, Manuel calcula que la preparación puede tomar unos 3 años, porque debe analizar las mejores condiciones de clima, para elegir las corrientes más adecuadas y evitar tormentas.
El aprendizaje del tiburón
“A mí me da miedo el mar. Tengo 46 años y cuando era niño, vi la película de Tiburón y creía que me iba a salir uno de la coladera de la alberca para comerme. Esta es la misma sensación que tengo en los primeros minutos en el mar, porque me dan miedo los animales que puede haber. Pero luego me enfoco en ganar una competencia”, recuerda Manuel.
Pero esta experiencia de retar su miedo le ha permitido desarrollar un proceso profundo de autodescubrimiento:
Estar solo en el mar “es una sensación de soledad, libertad, grandeza y ahí veo manifestado a Dios al 100%. Decidí hacer esto porque la vida está llena de miedos, de inseguridades. La vida es igual Lo único que está en tu control eres tú”.
“Cuando paso tanto tiempo estoy solo conmigo, me contacto y logro una meditación profunda. Es como si estuviera en un trance y me abstraigo de la realidad. Luego estoy en la nada y luego regreso a lo que estoy haciendo. De repente me enojo, me frustro, porque el cuerpo está fuera de su límite natural: el cerebro te dice: ‘para’ y grito bajo el agua, pero al final son sensaciones que producen que quiera seguir ahí”, comparte.
También enfrenta lo que los maratonistas llaman “la pared”, ese momento en el que crees que ya no puedes más. El hecho de cruzarla es una de las grandes victorias de cualquier atleta, porque implica vencer los propios límites. Manuel dice que la encuentra a las seis horas de actividad y que dura largos 60 minutos, pero que parte de su preparación consiste en saber que es algo que llega y pasa. “Me hago amigo de mi dolor y lo tomo como un reto adicional”.
Esta experiencia, le ha servido también a Manuel Greenham para compartir su historia de vida, su lucha contra sus miedos y sus límites para decir a la gente, que si él puede, cualquiera puede hacerlo: “Cuando sales a la calle tienes tu mar y si vives con esa pasión, puedes llegar donde quieras”, finaliza.