Rubén “Púas” Olivares fue, en toda la década de los 70, el mejor boxeador mexicano de la historia. Un verdadero ídolo, con una carrera de 105 peleas, 89 victorias y 70 nocauts
“En el ring, tengo que partirme el alma con mi rival allá arriba. Tengo que partirme el alma con mis cuates, con las bellas féminas, hasta con el público y cuando bajas, te quedas tan loco y tan jodido como cuando comenzaste y sin contar las dietas y los entrenamientos”.
Con estas declaraciones resumió Rubén “Púas” Olivares su carrera como máximo ídolo del boxeo mexicano. Entre 1976 y 1978 conversó con el periodista Ricardo Garibay, quien escribió un libro biográfico, llamado “Las glorias del gran Púas”, que fue llevado al cine en 1984.
Rubén Olivares fue, en toda la década de los 70, el mejor boxeador mexicano de la historia. Un verdadero ídolo, con una carrera de 105 peleas, 89 victorias y 70 nocauts. Sin embargo, sus logros, su técnica y lo que representó para el pueblo mexicano quedó de lado, con el paso del tiempo y con el surgimiento de Julio César Chávez, quien pocos años después desarrolló una carrera de similar grandeza.
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“El Púas” es la representación de un perfil muy particular de ídolo del deporte en todo el mundo: personas surgidas del pueblo, en ambientes de pobreza, con una escasa formación y con un gran talento que rápidamente los lleva a la cumbre. Normalmente son rebasados por el éxito y se dejan rodear de personas abusivas que los roban, los engañan y cuando pierden todo, los abandonan.
Pero más allá de su desempeño en el ring, el “Púas” es hasta la fecha un personaje amado por el pueblo. Lo consideraban un amigo, benefactor, compañero de parrandas. Por eso era querido y solapado por ese mismo pueblo, cuando andaba de juerga o cuando perdía a consecuencia de su indisciplina.
Los grandes logros del “Púas” Olivares
Rubén Olivares Ávila nació un 14 de enero de 1947, en la ciudad de Iguala, Guerrero. A los tres años su familia se mudó a la colonia Bondojito, cerca del Barrio Bravo de Tepito, desde donde desarrolló su vocación para los puños. Debutó un 1 de abril de 1964 en Cuernavaca, Morelos, con un nocaut en el primer round, contra isidro Sotelo.
A lo largo de su carrera acumuló rachas de 22 y 21 victorias consecutivas por nocaut, consideradas las más largas en la historia del boxeo. En total, acumuló 78 peleas ganadas por nocaut. Con ello, forma parte de un grupo exclusivo de peleadores con más de 50 nocauts en su haber. En el ring, minaba a sus rivales con golpes abajo y al minarlos, los vencía con poderosos golpes al mentón.
La Revista The Ring lo nombró en 2003 el doceavo mejor peleador de todos los tiempos. En 1991 ingresó al Salón Internacional de la Fama del Boxeo. Conquistó el título del mundo en cuatro ocasiones en las divisiones Gallo y Pluma. Incluso tiene una canción escrita por José Alfredo Jiménez, llamada “Con la muerte entre los puños”.
Se estima que durante sus 16 años de carrera profesional, ganó una fortuna cercana a los 2 millones de dólares. “Me los robaron, los tiré”, reconoció. Actualmente vive en la colonia Impulsora de Ciudad Nezahualcóyotl, aunque tuvo casa en Lindavista, un terreno en Acapulco, tres Cadillacs, un Corvette y varias camionetas.
Los excesos y los gorrones
En su calidad de ídolo, el “Púas” apareció en todos lados y muchos detalles de su carrera eran públicos. Por ello, apareció también en la televisión y en una veintena de películas, entre las que recibe mensualmente entre 2 mil y 5 mil pesos de regalías. “Soy patrimonio nacional”, declaró en alguna ocasión.
En su filmografía destacan: “La Pulquería” y “Las glorias del gran Púas”, donde encarna su propio papel. Los Polivoces hicieron parodias, donde se burlaban de sus excesos y su ignorancia.
A cambio del cariño de la gente, en el libro de Garibay se narran diferentes episodios en los que siempre aparece rodeado de un séquito de “amigos” y “cuidadores”, quienes también estaban con él en las juergas, le conseguían alcohol, droga, mujeres y eran sus amigos de borrachera.
Si bien se cuestiona la falta de disciplina en la carrera de Rubén Olivares, también gastó grandes cantidades de dinero en su barrio: comilonas, borracheras, incluso patrocinó un equipo de futbol para niños, hasta que todo el dinero se esfumó y la fama desapareció.
Todos querían un favor del Púas: una copa, dinero, una sociedad. En algún momento compró un restaurante en EEUU, pero su cocinero, quien administraba el negocio, tampoco le daba cuentas de las ganancias y lo robó. Sin embargo, y así mantuvo su séquito durante años.
Otra anécdota del libro menciona que, horas antes de la pelea donde “El Púas” buscaba conseguir su quinto título del mundo, contra Eusebio Pedroza en 1979, se escapó de su equipo y se puso una borrachera en un hotel de paso, con una prostituta.
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Cuando lo encuentra su manager, Arturo “Cuyo” Hernández, le dice: “eres un irresponsable, haz lo que quieras. Yo estoy cansado”. Mientras que una de sus amigas entiende su drama: “tienes miedo a ganar, a ser exitoso y por eso haces estas cosas tan irresponsables”.
Su libro biográfico comienza el día de la pelea ante el tailandés desconocido Paget Lupicanete, un desconocido al que Olivares derrotó fácilmente por nocaut un 22 de junio de 1976. En el comentario de la pelea, acepta que estaba arreglada para iniciar un resurgimiento rumbo a la conquista de su quinto campeonato mundial.
Luego de la pelea, el escritor relata que “Sísifo”, el ayudante del campeón, organizó el festejo de la victoria con un “fardo de mujeres, alcohol, mariguana, parásitos, cocaína, vagancia, tedio, impaciencia, desamor, anarquía, nota roja, carnitas, totopos, fatalismos, resignaciones y prodigiosas facultades naturales para el arte del desmadre entre las 12 cuerdas”.
“¿Cuánto tiempo más de este tren?”, le preguntó Garibay dos semanas después. “Lo que dure y ps luego nos preocuparemos de ver a qué ¿no crees?”.
El cariño del olvido
Hace un mes, “El Púas” cumplió 74 años, alejado de las grandes luminarias y aunque en algunas ocasiones declara que “tiene lo suficiente para vivir con tranquilidad el retiro”, en otras dice cosas como: “Sin dinero, pero con salud; sin empleo y viviendo ‘de milagro’”.
En una entrevista con La Jornada en 2010, decía ser abuelo de 16 nietos, con dos hijas de su primera esposa, pero en realidad no se sabe a ciencia cierta cuántos hijos tiene. Agrega que las “únicas drogas que había visto en los últimos años eran las que tenía el país y que se arrepentía de muchas cosas, sobre todo de haber tomado tanto”. En la actualidad solo bebe “un pulquito o vino tinto”.
Asegura estar bien de salud porque: “hago el sexo diario… y ¡con eso demuestro que está bien el cabrón Púas! Creo que hasta clases de sexo voy a tener que dar para sacar una lana”.
También trabaja con la Unión de ex Boxeadores para ayudar a sus colegas en desgracia a generar recursos para subsistir, a través de una Fundación: “Los ex boxeadores no tenemos dinero, ningún ingreso, ninguna pensión, nada. Carecemos de servicios médicos. Es más, no sabemos ni dónde le vamos a caer, porque ni para el panteón tenemos”.
Además, administra la Academia de Boxeo “El Púas”, ubicada en la Bondojito, pero acepta que normalmente los managers le roban a los buenos prospectos.
“Hoy vivo de milagro. Me quedan más aplausos que dinero. He tenido buenas y malas. Me han robado mucho dinero. Los del Registro Federal de Automóviles me quitaron siete carros, últimamente aquí en La Impulsora me robaron siete terrenos, porque la gente en México es así”.
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Sobre su casa de Lindavista, recuerda en el libro que el dueño anterior, un compadre, le dio recibos de los pagos en servilletas y que por ello estuvo a punto de ser despojado. Aunque actualmente ya no es el propietario.
Pese a su vida de altibajos, “El Púas” no pierde el buen humor. Antes de la pandemia tenía un puesto en el mercado de antigüedades en la calle de González Bocanegra, en la Lagunilla, donde vendía guantes de edición especial (mil pesos), fotos autografiadas de su juventud (500 pesos), fotos de celular con los visitantes a 100 pesos y otras artesanías que fabricó con sus manos (Reyes Magos y Últimas Cenas con los apóstoles enguantados).
También ofrece el cuarto cinturón que ganó ante Bobby Chacón y lo ofrece en 1 millón de dólares, a tratar. Aunque por ese precio, más bien lo lleva para presumirlo con los aficionados.
“Sigo con la idea de vender mi funeral. La televisión va a meter cámaras, va a entrevistar a mi familia, lo van a comercializar. Entonces también ustedes tienen que repartir, si no, qué clase de mexicanos somos. Podríamos tener también un campo de golf y un auditorio donde pasaran nuestras peleas”.
“Quiero hacer el panteón de los ex boxeadores y podrían darnos un cerro en un lugar turístico para poner un casino y nosotros los ex peleadores hablar francés, inglés y alemán para dar la bienvenida a los turistas”, son los planes que ha traído en mente en los últimos años.