Hay muchas personas en el mundo que confían su destino a la Kabalah, amuletos y a la protección de ciertos rituales, objetos o costumbres
Vivimos en un mundo dominado por el avance de la ciencia y la tecnología. El escepticismo y el pensamiento racional dominan casi todos los aspectos en la vida del ser humano. En el siglo pasado, la física cuántica nos ayudó a identificar formas de contactar energías que mueven los hilos del Universo y que se pueden cultivar a través de la meditación y la espiritualidad.
Pero de manera tradicional, también hay una gran cantidad de personas en todo el mundo que confían su destino a los amuletos y a la protección de fuerzas divinas a través de ciertos rituales, objetos o costumbres. Esto es muy frecuente en el deporte, sobre todo en el futbol.
El mundo de la Kabalah
Muchas de estas costumbres caen en aquello que se considera “superstición”, que de acuerdo con la Real Academia Española (RAE), es: “toda creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón” o bien, “fe desmedida o valoración excesiva respecto de algo”.
Normalmente conocemos estos rituales como Kabalah, un vocablo del hebreo antiguo que significa “recibir” y se refiere a una tradición judía que busca la verdad en lo oculto, a través de la metafísica, mediante diferentes rituales. Si bien las supersticiones no necesariamente son kabalah, en el mundo se les conoce como una forma genérica.
En esta tradición, prácticamente en cada partido vemos jugadores que se aseguran de entrar al campo con el pie derecho, repiten uniforme, ropa interior, zapatos, comen las misas cosas, se reúnen con las mismas personas, en busca de atraer a la suerte.
El mundo de las supersticiones hay de todo: los que se encomiendan a Dios, un santo o un amuleto en particular antes de cada partido, acuden con espiritistas que les adivinan su porvenir y les dan rituales específicos para mantener el éxito, entre muchos etcéteras.
No solo abarcan a los jugadores, también participan utileros, entrenadores y, obviamente, los aficionados, quienes encomiendan a sus jugadores o equipos ante un partido decisivo. Y cuando estos rituales fallan, los cambian, pero normalmente no los dejan, pues de alguna manera están convencidos de que esta es una forma de ahuyentar a la fatalidad.
Raymond Domenech y el destino de los astros
Antes de viajar a Argentina, queremos recordar cómo las supersticiones y otras creencias en casos extremos determinan las decisiones de una persona. Por ejemplo, el caso del técnico Raymond Domenech, con la Selección de Francia, que por confiar en la astrología, llevó a su equipo a una crisis deportiva.
Domenech estuvo al frente de “Les Bleus”en los mundiales de Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. En sus convocatorias, influía el signo zodiacal las cartas astrales de cada jugador. Con este criterio, “cepilló” de Alemania a Robert Pires, por ser escorpión, así como a Ludovic Giuly. Mientras que dejó en la banca a David Trezeguet, sin importar que todos ellos estuvieran en buen nivel.
Dos años después, Francia fracasó en la Eurocopa y para Sudáfrica, el equipo quedó eliminado en solo dos partidos. El equipo se quedó en la primera ronda, igual en Sudáfrica, donde además, los jugadores armaron una revuelta en el vestidor para pedir su destitución.
La maldición de tocar la Copa
Las supersticiones ocurren incluso en el futbol desarrollado. Una de las más comunes es no tocar un trofeo antes de jugar para ganarlo. Esta creencia está tan arraigada, que incluso se le considera que es una maldición:
Dimitri Payet lo hizo con el Olympique de Marsella en la Final de la Europa League ante el Atlético de Madrid en 2018 y cayeron. Lo hizo también Zinedine Zidane en la Final del Mundial de Alemania 2006, como resultado, terminó expulsado y su equipo perdió ante Italia en su último partido como profesional.
Un año antes, Gennaro Gattuso puso su mano sobre el trofeo de la Champions League y el AC Milan perdió de manera increíble ante Liverpool. En 2004, Ludovic Giuly tocó “la orejona” en la final de la Champions League ante el Porto y su equipo también cayó.
Bilardo, el hombre de la Kabalah argentina
Al Hablar de supersticiones, Argentina es el país con las costumbres más extrañas para atraer la suerte en el futbol. Existen infinidad de rituales, pero uno de los maestros de la superstición, es el técnico Carlos Salvador Bilardo, quien adoptó diferentes rituales para mantenerse ganando, desde su época de jugador, en los años 60, cuando jugaba para Estudiantes de La Plata.
Con el tiempo, Bilardo solo vivía de supersticiones y cuando llegó a la Selección Argentina, para el Mundial de México ’86 contagió a todo el equipo. El tema de sus cábalas se hizo famoso cuatro años después, porque Argentina sufrió todo el torneo, pero llegó a la Final. Todo tenía un porqué con Bilardo e incluía a jugadores, cuerpo técnico, utileros, prensa y aficionados:
Los entrenamientos eran a la misma hora, con una rutina similar, los viajes eran en un transporte específico, se escuchaban las mismas canciones una y otra vez, los menús dependían de los resultados obtenidos en el campo, todos debían sentarse en el mismo asiento: para comer, en el banco de suplentes, en el transporte y debían salir al campo en el mismo orden… ¡Una locura!
Antes de cada partido en México ’86 alguien llamaba por teléfono al vestidor, porque en su debut, hubo una llamada telefónica y Argentina ganó 3-1 a Corea. Pero también sus jugadores tenían prohibido comer pollo en los días de partido.
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Para Italia 90, Previo al partido de Octavos de Final contra Brasil ordenó a todos sus jugadores que besaran a una novia. Pero se dice que su ritual favorito era ver el tren pasar junto a siete compañeros de equipo: “Íbamos a la vía muerta que está por la calle 11 de City Bell, veíamos pasar el tren y volvíamos. No fallaba nunca”.
Una de las figuras de ese torneo fue le portero suplente, Sergio Goycochea. Detuvo dos disparos en la tanda de penaltis ante Yugoslavia en Cuartos de Final. En el trámite de ese partido, “Goyco” orinó en el campo porque no pudo ir al vestidor. Bilardo lo vio y para la semifinal ante Italia, que también se definió desde los 11 pasos, le ordenó que orinara en el campo. El resultado fue el mismo, el arquero detuvo dos penaltis y Argentina llegó a la Final.
“Quiricocho”, una superstición heredada
En el banco con Bilardo, los jugadores deberían sentarse siempre en el mismo lugar, lo hacían acompañados de imágenes religiosas y en momentos decisivos, repetían en voz baja la palabra “Quiricocho”. Esta palabra, de acuerdo con Bilardo, era el apodo de un hincha de Estudiantes que viajaba con el equipo en su época de jugador y se convirtió en su “amuleto”, para conseguir su primer título en 1967.
Su nombre se continuó invocando en el banco de la Selección Argentina en Brasil 2014. En Semifinales, en la definición en penaltis ante Holanda, los jugadores y el cuerpo técnico repetían “Quiricocho” para ayudar a sus compañeros a ganar la tanda. El técnico de aquel equipo era Alejandro Sabella, discípulo de Bilardo en Estudiantes.
En esta etapa, en los años 80, Bilardo contrató un brujo para que “asesorara” al equipo e incluso estuvo presente en la repartición de premios cuando se proclamó campeón.
Las historias de Menotti, Basile y “Mostaza” Merlo
A la par de Bilardo, César Luis Menotti, tenía costumbres similares. Por ejemplo, en la Final de Argentina ’78, donde la albiceleste consiguió su primer campeonato del mundo, “El Flaco” le ordenó a su centro delantero, Mario Alberto Kempes, que se afeitara el bigote.
Uno de sus discípulos en el Huracán, Alfio “Coco” Basile, tenía costumbres igual de extrañas. Cuando llegó al banco del Boca Juniors en 2005, ganó cinco títulos y saltó a la Selección Argentina. “El Coco”, su ritual era que su asistente, Rubén “Panadero” Díaz, le manchara de talco en la espalda cada que el equipo metía gol.
De acuerdo con Basile, “El Panadero” conoció a una vidente cubana que le recomendó ponerse un poco de talco en la mano antes de los partidos. La primera vez que lo hizo, festejó con su técnico y al abrazarlo, le dejó los dedos blancos marcados en el saco. A partir de ese momento, cada que el Boca anotaba, pedía que le arrojaran un poco de talco en el hombro.
“El pelotudo, cuando hicimos un gol, se olvidó de que tenía el talco, me lo encajó en la espalda y me dejó los dedos marcados de polvo. A partir de ahí, en cada gol… qué te importa, dejalo así. Ganamos, ganamos, ganamos, salimos campeones y qué nos íbamos a sacar el talco…”
alfio basile
Reinaldo “Mostaza” Merlo, uno de los asistentes de Bilardo en Italia ’90 llevó las supersticiones al extremo. Aunque esto le sirvió para romper una sequía de 35 años con el Racing de Avellaneda,
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Entre sus manías, siempre ordenaba estacionar el autobús del equipo en reversa al entrar al estadio. Enloquecía si cambiaban el horario de los partidos o si le regalaban flores amarillas o bien le pedía a su asistente, Oscar Manis, que dejara un ramo de flores, en el asiento que iba a ocupar.
Pero su superstición más característica era hacer unos “cuernitos” con los dedos de una mano apuntando hacia abajo, para atraer la buena suerte para su equipo. Como un homenaje, el Racing develó una estatua en su honor y la mano de metal tenía la misma posición. Con el tiempo, Merlo reconoció que todos estos rituales eran una locura y dejó de creer en ellos.
“Me cansé de las cábalas, me di cuenta de que no tenían ningún sentido. Eran locuras mías y no iba a cambiar nada. Ahora tengo más tranquilidad. Logré no volverme loco con lo externo. Si cambian un horario de un partido, ya no me preocupo, para poder estar metido en lo mío”.
“mostaza” Merlo
Lo de “Mostaza” Merlo es una costumbre arraigada en el futbol argentino: cruzar los dedos o hacer alguna señal para detener una jugada ofensiva del rival.
Una cultura de supersticiones
Una encuesta realizada en Argentina, 35% de los aficionados ven los partidos de un Mundial en el mismo lugar, con la misma ropa y acompañados de las mismas personas. El 40% toman una bandera mientras ven el partido y el 50% hace algún tipo de promesa si su equipo sale campeón.