“Tienes que entrenar como un perro. No eres un ser humano, eres un atleta”. Normal. Nadie dice nada. Porque quien lo dice es una leyenda. Se llama Irina Viner y es una de las entrenadoras más prestigiosas de la historia de la gimnasia rítmica. ¿Qué le da valor? Las más de 270 medallas que ha conseguido para Rusia en Juegos Olímpicos, Campeonatos Mundiales, Copa del Mundo y Europeos. Y también tiene el respaldo de Vladimir Putin. Así que todo bien… ¿todo bien?

Ser gimnasta artística o rítmica es un calvario. Los que las miran están maravillados: destreza, belleza, perfección, estética y muchas sonrisas de ellas. Pero no es así. La violencia física y mental es cotidiana.

Y no todas son Nadia Comaneci, a quien los Karoly la obligaban a entrenar cinco horas y ella entrenaba siete. No todas son máquinas y muchas tienen que pasar humillaciones y entrenar con huesos rotos porque es ‘lo mejor’. ¿Hay cosas peores? Claro, Larry Nassar abusó sexualmente de 250 en los Estados Unidos sin que por años la Federación de Gimnasia del país hiciera algo para protegerlas. Ignoraron denuncias y se aplicó la filosofía del ‘aquí no pasa nada’ pero en realidad pasaba absolutamente todo, de principio, se destruían vidas.

Hace unos años, la BBC de Londres publicó un reportaje gráfico sobre el entrenamiento que reciben las gimnastas chinas. En una foto, una pequeña de no más de 10 años se le escurrían las lágrimas y nadie hacía nada. Era normal. En algunos sitios, la normalidad es una tortura. La cotidianidad te va haciendo añicos el alma.

Emma Reyes, ex gimnasta española, lo dijo al mundo años después del retiro:

“No creo que sea sano la presión psicológica que aguantamos desde que somos muy jóvenes. Yo he aguantado muchas presiones que me han llegado a afectar psicológicamente. He aguantado mucho, porque es como que te vas acostumbrando a ellas”.

Se han contado muchos relatos sobre el maltrato físico y psicológico de las gimnastas. Se han escuchado historias terribles de la época de la Guerra Fría. Pero todos estos casos son recientes, el sistema avala los métodos. Por ejemplo, Putin ha dicho que se siente ‘muy orgulloso’ del trabajo que ha hecho Irina Viner con el equipo ruso de gimnasia rítmica. Los resultados la avalan, como si eso fuera lo único.

Pero un par documentales (uno de la RT y Over The Limit) han expuesto parte del ‘trato’ que le da a sus atletas. Frases como “si no luchas deberías irte al infierno”, “vaca tonta”, “los atletas profesionales sanos no existen”, “estúpida perdedora” son ‘normalizados’.

Nassar abusó sexualmente de todas las gimnastas más talentosas y exitosas de los Estados Unidos. Irene ha taladrado el alma. ¿Qué es peor? Todo es peor.

Hace ya varios años la rumana Iulia Moldovan dijo que cuando fue gimnasta “comíamos papel para engañar el estómago”. Y es que ser ‘una vaca’ es medir 1,70 y pesar 50 kilos. Para muchos entrenadores en el mundo eso ya es ser un mastodonte y cuando pasa eso machacan a las atletas hasta que consigan el peso que ellos quieren.

En China, por ejemplo, un año antes de los Juegos Olímpicos de Beijing, se filtró la información de que gimnastas y entrenadores firmaron un contrato en el que se obligaban a no lesionarse, con amenazas económicas o incluso suspensiones de por vida. ¿Quién en su sano juicio cree que eso se puede controlar al 100%? Pues ellos. Todos lo creen.

Y no hay que ir tan lejos. Recientemente la mexicana Elsa García denunció maltrato físico y psicológico de parte Eric Demay y Cecil Demay quienes fueron contratados por la Federación Mexicana de Gimnasia pese a ya tener antecedentes de violencia en todos los lugares en los que habían estado. 

“Aquí en la gimnasia sólo no entrenas si te quebraste el hueso o tienes más de 40 de temperatura”, dice Ailen Valente quien participó hace cuatro años en Río de Janeiro. 

‘No pain, no gain’ esa es la filosofía del mundo de la gimnasta, pero elevada a la décima potencia. La normalidad puede ser tu peor pesadilla.

Lee también: Momiji Nishiya y Rayssa Leal, las niñas con medalla olímpica