Jorge “Mágico” González, es el mejor jugador salvadoreño de la historia. Llevó a su país al Mundial de 1982 y regaló momentos de gloria a un modesto equipo español: el Cádiz
Cuando hablamos de los mejores en la historia del futbol, inmediatamente nos remitimos a: Pelé, Maradona, Cruyff, Beckenbahuer, Cristiano, Messi, etc. Todos ellos destacaron por su gran talento y por llevar a sus equipos al máximo nivel. Pero en el futbol de otros tiempos surgieron infinidad de figuras, con condiciones excepcionales, que no alcanzaron este nivel, simplemente porque jugaban cuando querían. Son jugadores que nunca tuvieron como prioridad triunfar en el futbol.
Uno de los futbolistas más brillantes de esta clase es Jorge “Mágico” González, nombrado el mejor jugador salvadoreño de la historia. Fue capaz de situar a su país en el mapa del futbol mundial y regaló momentos de gloria a un modesto equipo español: el Cádiz.
De él se dicen muchas cosas: que desairó al PSG porque simplemente nunca se presentó a firmar su contrato o que estuvo a punto de jugar al lado de Diego Armando Maradona en el Barcelona, pero el equipo culé desestimó la posibilidad por su indisciplina. Pero la realidad de “El Mago” era otra: solo quería jugar futbol para divertirse.
El mismo Maradona reconoció que el “Mágico” González era mejor jugador que él. De hecho trabaron una amistad cercana a lo largo de los años:
La gente que lo vio jugar en España destaca del astro salvadoreño: “su conducción del esférico, su potencia natural de piernas (aun sin entrenar de manera regular) y su baja estatura lo convertían en un híbrido entre Maradona y Messi. Podía ser tan desequilibrante como Diego, con la pequeña diferencia de que manejaba el balón con las dos piernas.
Su regate favorito era la “culebra macheteada”, creación de Rivelino, que posteriormente popularizó Ronaldinho y que el mismo “Mágico” describió: “Recibía, encaraba y, con un movimiento de tobillo, enseñaba el balón por un lado y me lo llevaba por el otro. Y luego venía le velocidad para ganar la espalda al adversario”.
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El jugador del pueblo en El Salvador
Jorge Alberto González Barillas nació en San Salvador, en 1958. Es el menor de ocho hermanos su principal afición son las mujeres bonitas y la vida nocturna, pero no el alcohol. Tuvo un hijo en su país natal con su primera esposa, dos más en España y una hija en EEUU.
Debutó con ANTEL en 1975. Dos años después llegó al FAS donde ganó dos ligas. En 1982 llegó al equipo de sus amores, el Cádiz, un club modesto de Andalucía donde lo dejaron ser él mismo hasta que su indisciplinase hizo insostenible. En 1985 jugó con el Valladolid y regresó al Cádiz entre 1986 y 1991. Volvió al FAS y jugó entre 1991 y 1999, ganó otras dos ligas. Finalmente se retiró con el San Salvador FC en 2002.
¿Pudo llegar más lejos? Seguramente. ¿Le interesó? Indudablemente no. El motivo, de acuerdo con quienes lo han conocido, es muy sencillo: no quiso. Por eso jugó con el equipo que le iba a aguantar sus indisciplinas y donde la exigencia fuera solo evitar el descenso y él lo aceptó.
“Reconozco que no soy un santo, que me gusta la noche y que las ganas de juerga no me las quita ni mi madre. Sé que soy un irresponsable y un mal profesional, y puede que esté desaprovechando la oportunidad de mi vida. Lo sé, pero tengo una tontería en ‘el coco’: si tomara el futbol como un trabajo, no sería yo. Sólo juego por divertirme”, dijo en alguna ocasión sobre su carrera.
Un genio incomprendido
Del “Mágico” González existen infinidad de anécdotas: su afición a la juerga, como su gusto por dormir hasta 20 horas seguidas y donde fuera, incluyendo las bancas de los vestidores o los mismos centros nocturnos que frecuentaba. De hecho, el Cádiz asignó a un empleado específico, Pepe Mejías, para ir a su casa todos los días y despertarlo:
“Yo era como su padre. Tenía las llaves de su casa, lo despertaba, lo bajaba, le daba de desayunar, lo lavaba y lo llevaba al entrenamiento. Pero a veces, se daba media vuelta y regresaba a acostarse. Dejaba las llaves puestas por dentro y no podías abrir. Una vez tuvimos que partirle la puerta y se tiró una semana entera sin cerradura. Y esas cosas a él le daban igual. Al final era yo el que terminaba llamando al cerrajero y arreglándola,” comentó al diario Marca.
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Pero en realidad, sus prioridades eran otras:
“Un día antes del entrenamiento esperaba en el estadio y vi al ‘Mago’ bajar hacia las puertas. Iba descalzo”, recordó el periodista José Manuel García, quien le dijo: “’Mago’, te quedaste dormido y se te olvidaron las zapatillas. Él me respondió: ‘Se las di al gitanillo aquel, que tiene mi mismo número y una cara de mucha hambre. Yo le pediré otras a Rovira’”.
Tampoco le preocupaba el dinero. El Atalanta intentó ficharlo, con un sueldo cuatro o cinco veces más alto que el que recibía en Cádiz, pero el astro rechazó la oferta porque “en Italia no había ‘pescaíto frito’”. De hecho, su llegada al equipo gaditano fue por una suma ridícula: el fichaje se tasó en alrededor de 1 millón 300 mil dólares, de los cuales el jugador apenas recibió 60 mil dólares.
“Un autógrafo suyo era como el de un artista”, comentó su excompañero Hugo Vaca. “Se tomaba dos minutos para escribir con cuidado, con una caligrafía excelente. Siempre ponía: ‘gracias’, su firma, El Salvador, la fecha… y como tenía cientos de peticiones era de locos ir a cualquier sitio con él. Otras veces se ataba una toalla en la cabeza y no le daba bola a nadie”.
A cambio, en la temporada 1987-88 el “Mágico” les regaló un gol “maradoniano” ante el Barcelona, considerado el gol más hermoso en la historia de la Liga Española, en una encuesta realizada en el 2011, por delante de otras figuras del futbol mundial:
En total marcó 59 goles en España, 57 con Cádiz. Pero su mayor logro profesional, consistió en cargar con la selección salvadoreña a su primer y único Mundial en la historia, España ‘82.
Un desborde suyo sobre Leonardo Cuéllar permitió que “La Selecta” venciera a México llegara a la justa mundialista. El Salvador quedó en último lugar de la competencia, con una de las actuaciones más tristes en la historia: una derrota 10-1 ante Hungría en su debut y 15 goles en contra en total.
Tras el torneo, el “Mágico” llamó la atención del PSG pero se “echó para atrás” porque era “demasiado compromiso”. En 1984 estuvo a prueba con el Barcelona durante una gira por EEUU, donde impresionó a Maradona. Al poco tiempo, el equipo retiró la oferta porque en uno de los hoteles donde se hospedaban, se activó la alarma de incendio y “Mágico” fue el único que no bajó de su habitación porque estaba con una mujer.
Si “El Mágico” hubiera querido…
“Cuando él no quería, jugábamos con 10…, pero cuando quería éramos 12. Era mejor que Maradona. Hacía cosas increíbles y jugaba igual contra cualquiera: Maradona o el Cádiz B. Dicen que no se cuidaba, pero yo entrenaba con él y era un portento. Corríamos en la playa y siempre iba el primero. Tenía una condición física natural buenísima y con un cambio de ritmo brutal”, aseguró su ex compañero del Cádiz, Juan José “Sandokan”, al periódico Marca.
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“Cogía una piña y la dominaba como si fuera un balón. Sin ningún problema. Subía las escaleras del estadio con el balón dominado, camino al vestuario. Tenía habilidad, pero también velocidad y agilidad”, agregó Eusebio Sacristán, con quien también compartió vestidor. “Le admirábamos por su calidad y por lo buena persona que era. Nos daba pena que no aprovechase mejor su potencial. Pero a su manera, también triunfó”.
Luego de una longeva carrera, “El Mágico” González se retiró a los 42 años de edad. El 12 de noviembre de 2013 fue erigido al Salón de la Fama del Fútbol Mundial, junto con otras figuras como Franco Baresi, Paolo Maldini, y George Weah. Después, trabajó como auxiliar en el Houston Dynamo de la MLS, así como de “La Selecta” en las fallidas Eliminatorias para el Mundial del 2014.
El gobierno de su país lo nombró “Hijo Meritísimo” y el Estadio Nacional de Flor Blanca de la ciudad de San Salvadorm actualmente lleva su nombre.
Hoy, vive en EEUU y, apenas el 25 de noviembre apareció en un partido amistoso entre Los Pachines FC y los Amigos del “Mongo Aguilar”, donde recordó a su gran amigo, recién fallecido: “Diego, Dieguito, Diegote”, como le llamaba cariñosamente.
Al marcar un gol, festejó con los brazos extendidos, se quitó la playera tomó una playera blaugrana con el número 10 y la elevó al cielo, en el centro de la cancha. Posteriormente pidió un sentido minuto de silencio.