Hace 41 años inició el Mundial de Argentina 78, una justa deportiva que buscaba legitimar una de las dictaduras más crueles de Latinoamérica
Este martes se cumplen 43 años de la inauguración de la undécima Copa del Mundo, en Argentina ’78, la primera vez que el evento era albergado en uno de los países donde el futbol se vive con más pasión en el orbe y que resultó una fiesta donde el equipo local se coronó, ante Países Bajos, que llegaban por segundo Mundial consecutivo a la Final, como parte de la mejor generación de su historia.
Pero también fue un torneo que utilizó la dictadura militar para mostrar una imagen humana al mundo, cuando en realidad, la población padecía la dura mano de Jorge Rafael Videla, uno de los dictadores más sangrientos que hubo en Latinoamérica en la segunda mitad del siglo pasado. Este régimen es responsabilizado por desaparecer unos 30 mil jóvenes, mientras el grito de sus madres, conocidas como las “Madres de la Plaza de Mayo”, era opacado por los goles de Mario Kempes.
Videla, En la plenitud de su cinismo, se atrevió a decir desde un palco del Estadio Monumental de Buenos Aires, que aquella competencia sería el “Mundial de la Paz”, acompañado de autoridades eclesiásticas y militares del país, así como de João Havelange, presidente de la FIFA, quien supervisaba el desarrollo de su primer Mundial al frente del organismo rector del futbol y sentenció rotundo: “Argentina está ahora más apta que nunca para ser sede del torneo”.
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En las tribunas, unos 70 mil aficionados vitoreaban el inicio de la competencia, aun cuando algunos de los asistentes, ya sufrían de la violenta represión que encabezó el régimen golpista de Videla. En la cancha, unos mil 800 jóvenes hacían coreografías al ritmo de marchas militares, como parte de la ceremonia de inauguración.
Otra innovación fue el moderno balón diseñado por adidas: Tango, que tenía más impermeabilización que modelos anteriores y que sirvió de base para diseñar los balones de los siguientes cinco Mundiales.
Entre los afectados por la violencia de la dictadura se encontraba el exfutbolista Claudio Morresi, quien tenía desaparecido a su hermano Norberto, un joven de 17 años afiliado a la Unión de Estudiantes Secundarios, quien había desaparecido desde 1976.
La realidad de la dictadura argentina
En el país, el gobierno había decretado día de asueto. Sin embargo, periodistas como el neerlandés Frits Jelle Barend documentó cómo en la Plaza de Mayo, las madres desesperadas por localizar a sus hijos daban vueltas con la cabeza cubierta con pañuelos blancos. Fueron las primeras imágenes que se conocieron en Europa sobre el drama que se vivía.
“Mientras se gritan los goles, se apagan los gritos de los torturados y de los asesinados”, lamentó años después la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, en el documental “La Historia Paralela”.
También algunos jóvenes repartían folletos en las inmediaciones del Monumental y la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), principal punto de detención, tortura y ejecución de los jóvenes rebeldes.
Entre ellos estaban, Rubén Alfredo Martínez y Celestino Omar Baztarrica, quienes de acuerdo con el periodista Ezequiel Fernández Moores del New York Times, inició la lista de 50 jóvenes extraviados durante los 25 días que duró la competencia, incluidas nueve mujeres embarazadas. En una combinación macabra entre fiesta y tragedia.
Durante la Final, donde Argentina venció 3-1 a Países Bajos en tiempo extra, con la refulgente figura del “Matador” Kempes, el periodista argentino relata que los agentes vieron el partido junto con los presos en el ESMA y que a algunos de ellos los sacaron a las calles dentro de automóviles, para mostrarles que en el país no les interesaban los desaparecidos, sino el título mundial, el primero para las vitrinas de la albiceleste.
Algunos jóvenes gritaron desde los carros descapotables en busca de ayuda, pero nadie los escuchó. Otros, lograron escapar y confundirse entre la multitud. La fiesta opacó todo.
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Un año antes, en 1977, varias organizaciones internacionales intentaron un boicot, para denunciar la constante violación de los derechos humanos que se hacían en el país. Entre ellas, Amnistía Internacional, promovió la campaña “Fútbol sí, torturas no”. En Francia, se denunciaba la desaparición de 22 ciudadanos franceses, entre ellos, las religiosas Alice Domon y Léonie Duquet.
Así, nació el Comité de Boicot contra el Mundial de Fútbol en Argentina (COBA), presidida por el periodista francés Francois Geze y unas 40 personas más, entre ellas, siete ciudadanos argentinos. Los patrocinó el Comité de Apoyo a las Luchas del Pueblo Argentino (CALPA), el grupo École Emancipée y la organización civil, Quel Corps?, que criticaba la mercantilización del deporte. Su lema fue: “No al fútbol entre los campos de concentración”.
Crearon el periódico L’Equipe, donde denunciaban la situación que se vivía en Argentina y publicaron duros cartones políticos, desnudando el objetivo del gobierno de darle prioridad al éxito del evento y que Argentina pudiera coronarse en su casa.
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En febrero de 1978 representantes de organizaciones de derechos humanos de Alemania Federal, Dinamarca, España, Holanda, Suiza y Suecia, viajaron a París para producir una carta e invitar a los países a no asistir a la competencia y boicotear la dictadura, pero no prosperó la propuesta y al final, el objetivo de la dictadura se logró: Argentina se coronó campeón del mundo.
Con la victoria, Videla pensó que podría continuar con los atropellos a su pueblo. Oswaldo Ardiles, figura del equipo, recordó que tenía miedo que este triunfo podría prolongar el régimen, pero quizá, el momento de alegría, haría que los torturadores le dieran un minuto de respiro a sus cautivos. “Duele saber que fuimos un elemento de distracción”, lamentó.
Una dictadura que se legitimó con el deporte
La FIFA otorgó a Argentina la Sede para la Copa el 6 de julio de 1966, cuando el país tenía un régimen constitucional. El 24 de marzo de 1976 un golpe militar derrocó el gobierno de María Estela Martínez de Perón, un acto aplaudido por la clase media del país, que ignoraba el drama que se viviría bajo el yugo de Videla, que gobernó de facto hasta 1981.
El Mundial del ’78 llegó en el momento preciso, pues la gran alegría para el pueblo argentino le dio legitimidad al régimen autoritario para los siguientes años y de hecho, aumentaron su poder. La prioridad era el Mundial, para dar una buena imagen al resto de los países y ganar su reconocimiento, para continuar con su política de violación sistemática de los derechos humanos, desapariciones y asesinatos. Había que ganar como fuera, incluso con corrupción:
En las semifinales, Argentina necesitaba golear al mejor Perú de la historia para llegar a la Final. Corrió el rumor de un posible soborno por parte del gobierno de Videla para que se dejaran ganar. Aunque los jugadores se negaron rotundamente, antes de ese partido el propio Videla, acompañado de Henry Kissinger, secretario de Estado y director de la CIA de EEUU, visitaron el vestidor del equipo inca.
Al final, Argentina necesitaba cuatro goles, pero ganó ese partido 6-0 y avanzó por diferencia de goles. Este es uno de los actos más negros en la historia de los Mundiales. El gobierno de Perú recibió 15 días después una donación económica no reembolsable, para tratar de acallar la farsa.
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También surgieron rumores de presuntos sobornos del gobierno de Videla a Havelange, para mantener la sede pese a la dictadura. Se dijo que el directivo brasileño de la FIFA tenía negocios ilegales con el capitán Carlos Lacoste, jefe de la organización del Mundial, quien asumió el cargo luego del asesinato del general Omar Actis, anterior responsable del evento.
Pero lo más escandaloso fue que el gobierno de Videla gastó 521 millones 494 mil 931 dólares, según estimaciones oficiales. Aunque el presupuesto inicial era de 70 millones de dólares. De hecho, el diario El Clarín, asegura que la cifra llegó hasta los 700 millones. Como sea, el costo del evento fue una exageración. Cuatro años después, España se gastó unos 150 millones de dólares para organizar el siguiente Mundial.
El dolor que provocó Videla
El gobierno de Jorge Rafael Videla impulsó una de las peores violaciones a los derechos de la historia. Se habla de más de 30 mil desaparecidos. Casi la mitad de ellos (43.23%) tenían entre 16 y 25 años. Unos 300 más eran niños, de acuerdo con la cadena Telesur. 62% de los desaparecidos fueron plagiados en sus domicilios, durante la noche. Las Madres de la Plaza de Mayo han encontrado apenas a 116 cadáveres de sus hijos.
Su régimen comprendía la represión sistemática de la oposición política e ideológica. Suprimió el derecho de las personas a una defensa legal y a cambio emprendió encarcelamientos ilegales, torturas y asesinatos de opositores, principalmente estudiantes. También se desaparecieron a los hijos de los prisioneros, en sus casas o los que nacían en los mismos centros de tortura.
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En cuanto a economía, las medidas implementadas por la dictadura detonaron una caída de la producción industrial y el comercio. Además de cuadruplicar la deuda externa.
Por todo ello en 1983, cuando se reestableció la democracia en Argentina, Videla fue condenado por el asesinato y la desaparición de miles de ciudadanos. Su sentencia fue reclusión perpetua, inhabilitación absoluta perpetua y destitución del grado militar.
Se le atribuyeron múltiples homicidios, 504 privaciones ilegales de la libertad, tormentos, robos agravados, entre otros delitos.
En 1990, el presidente Carlos Saúl Menem lo indultó a prisión, pero en 1998 regresó a prisión durante 38 días. Finalmente se le concedió arresto domiciliario por su edad y murió el 17 de mayo de 2013, con 87 años de edad.