Pues nada, que fue en el primer minuto del primer partido, del primer Campeonato Mundial de Fútbol Femenil cuando María Eugenia Rubio, la Peque, bulliciosa y letal delantera anotó para poner a funcionar el marcador en el estadio Comunale del puerto y ciudad de Bari, al sur de Italia, y aventajar al seleccionado de México ante su similar de Austria. Fue el inicio de un Rosario de nueve dianas válidas y seis no acreditadas a las mexicanas y que fueron legalmente logradas.
Hechos sucedidos hace 51 años y, tal como acostumbraban relatar los cronistas de antaño, podemos manifestar que parece que fue ayer, que no ha transcurrido medio siglo de esa noche calurosa de verano, llena de sabor tropical cuando un puñado de extraordinarias futbolistas escribieron la primera página de una historia sin par, singular y nada reconocida.
Si, porque ese equipo terminó en el tercer lugar de la justa atrás del colectivo de Dinamarca y de Italia, campeón y subcampeón respectivamente, pero superados por el poder realizador del conjunto mexicano que anotó quince goles, fue el que menos anotaciones recibió, apenas cuatro, la tapatía Alicia Vargas, la Pelé, se proclamó la reina del gol con seis dianas en su haber.
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Alicia ha sido designada por la CONCACAF como La Mejor Futbolista Del Siglo XX, es huésped de dos Salones de la Fama. Y como afirmaba el Trompo Juan Carreño: “…Ahí nomás, pinchemente…”
Muuucha agua ha pasado bajo el puente, que hasta el puente se llevó.
La representación mexicana viajó a Italia, sede del certamen, compuesta de 20 personas, de ellas 16 jugadoras, tres varones y una médica. Les inscribió el colega Jorge Sandoval, extraordinario colega y mejor amigo con quien compartimos jornadas de este talacheo periodístico en la redacción del desaparecido Heraldo de México.
El, Jorge, fue quien nos comunicó de los preparativos de la justa y “…te interesaría participar…?” nos interrogó por medio de un télex. De inmediato respondimos afirmativamente y nos dimos a la tarea de integrar equipo con jugadoras que militaban en diferentes equipos de la naciente liga América de Fútbol Femenil con Efraín Pérez al frente.
Nadie nos creía. Ni las jugadoras, ni sus padres menos los colegas de los diferentes medios de información, que iba una selección al Primer Campeonato Mundial de Fútbol Femenil.
Sin apoyo de autoridades deportivas y menos gubernamentales se siguió trabajando en la preparación de la Selección. Enrique Borja fue quien nos dio a crédito veinte balones para celebrar el primer entrenamiento. Una deuda que nunca saldamos, ni lo haremos para que no se pierda el reconocimiento a este personaje e ídolo del Fútbol Mexicano
Quien este texto pergeña fue nombrado por la Federación Internacional de Futbol Femenil (la FIFA no extendía sus tentáculos al fútbol de bellas pantorrillas).
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Tras el éxito en Italia de esa delegación que orgullosamente encabezamos además del cuerpo técnico, a sugerencia de Guillermo Cañedo solicitamos la sede del segundo Campeonato Mundial de Futbol Femenil (el México 71). Lo hicimos en el Congreso de la Federación Internacional de Fútbol Femenil, realizado en Torino, Italia se le gano a seis países.
Es verdad que Televisa organizó y patrocinó y ganó millones de pesos, pero la sede no la ganó la televisora.
México llegó al partido final, ante casi 115,000 espectadores (un sobrecupo descomunal en el Coloso de Santa Úrsula). Dinamarca ganó 3-0 en el Estadio Azteca, proclamándose bicampeón el equipo de las danesas rubias.
De esto poco se ocupan los nuev@s “periodistas” deportivos, por ignorancia.
Manuel Cañibe, sobrino de un tío homónimo, que jugó en América entre los años cuarenta y cincuenta, realizó una investigación y filma una película veraz… Y como dijo la Bandida…