Don Guillermo Salas ingresó al Salón de los inmortales, como el último eslabón, de los grandes cronistas taurinos. En la actualidad ya los que escriben de toros son otra cosa
¿Cómo decirle adiós a un gran amigo? ¿Cómo puedes hacerlo si cuando vas en la segunda frase ya tienes los ojos llenos de lágrimas?, bien dicen que a tus hermanos te los envía Dios, pero a los amigos tú los escoges. Guillermo Salas Alonso fue mi gran amigo desde niños, cuando yo contaba con 13 años y lo conocí porque era un gran amigo de Fernando Aguilar, que también trabajó en La Afición a quien conocí cuando entramos a secundaria y ese gran amigo de mi niñez, es ahora mi personaje inolvidable.
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Memo desde niño tenía pasión por los toros, él quería ser torero y hubiera sido sensacional como lo demostró cuando toreaba en becerradas o en tientas, después de las cuales los propios toreros lo calificaban como el mejor aficionado práctico que había, en ese entonces su ídolo era Silverio Pérez. Fernando y yo, ni pelábamos a la fiesta brava y le hacíamos burla al verlo llorar en una ocasión en que Silverio fue cogido por un toro. Memo nos enseñó a torear y lo hicimos como en ocho becerradas que organizó gracias a su amistad con muchos ganaderos.
Su hermano mayor Manuel “Pato” Salas le impidió ser torero, él también deseaba serlo y se pasaba todos los días en la escuela de toreo con David Liceaga, no pudo ser novillero, pero siempre fue subalterno. Cuando Memo le decía que él quería ser torero, el Pato lo regañaba y le decía: “si quieres ser torero tienes que ser vago y el único vago de esta casa soy yo, así que tu consigue un trabajo para que les ayudes a mi mamá y mis hermanas”.
Ante eso, Memo no tuvo más que soñar en serlo y se metió a trabajar, desde muy jovencito a un taller donde arreglaban radiadores y estudiaba por las tardes, las únicas corridas que podía ver era en una placita que había en Tacuba. Yo logré conseguirle un trabajo en La Afición, donde en un principio escribía sobre futbol amateur.
El sueño imposible
Memo no pudo ser torero, pero consiguió lo que para él fue un sueño imposible. Paco Malgesto era el encargado de la sección taurina, allá por los años de 1948-49 y renunció a La Afición.
“Fray Nano” estaba preocupado por conseguir un cronista taurino que no le exigiera un gran pago por sus servicios y ahí entré yo, convencí a “Fray Nano” que le diera oportunidad a Memo, ya que él sabía mucho de toros, que lo dejara cubrir esa fuente mientras encontraba a algún otro, “Fray Nano” aceptó y el mismo corrigió sus primera notas taurinas, cuando se dio cuenta de lo mucho que sabía Memo, dejó de buscar el sustituto que quería y se convirtió en su fan.
Memo se encontró ante un compromiso enorme, sustituir a Paco Malgesto y Rafael Solana que en muchas ocasiones escribía las crónicas que firmaba Malgesto. Era una oportunidad muy grande, pero más vale el que sabe que el que puede.
Memo no me hizo quedar mal, había muchos cronistas en esa época que hacían de cada reseña una obra literaria, Pepe Alameda, Carlos León, Rafael Solana “Verduguillo”, casi todos, en especial Carlos León, muy bravos para criticar a los toreros, pero ninguno de ellos llegó a conocer el comportamiento del toro de lidia como Memo. Casi todos esos grandes cronistas taurinos que he mencionado, se destacaban por sus críticas a los toreros, sin tomar en cuenta las cualidades del toro.
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Memo hizo lo suyo, era el único que conocía al toro, los otros veían al lideador, Memo empezaba por ver al toro y así calificar mejor las faenas que veía, nunca leí que insultara a nadie, ni toreros, ni banderilleros, ni picadores, ni empresarios, ni ganaderos, al contrario era gran amigo de todos, en sus crónicas, calificaba al toro, si había sido muy bueno, pero que el torero había equivocado la lidia, o al revés, que el torero no pudo hacer nada porque el toro no tenía las condiciones y que los silbidos y gritos que le habían otorgado al torero habían sido injustificados, y así por el estilo.
Tanto toreros, como ganaderos y empresarios, elogiaban a Memo, por sus grandes conocimientos y por ser un ejemplo de honestidad.
Don Antonio Llaguno, para mi gusto, el mejor criador de toros de lidia del mundo, tal vez, fue quien más reconoció las cualidades de Memo e hizo una gran amistad con él, yo diría que era casi su hijo adoptivo y con mucha frecuencia visitaba con él su ganadería de San Mateo, sobre todo, cuando había tientas, donde Memo casi siempre toreaba a las becerras.
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Esa fue la Universidad de Memo, ahí aprendió más que nunca a conocer al toro y se fue con don Antonio varias veces a España a visitar las principales ganaderías de ese país y terminó siendo quien dirigía las tientas no solo en San Mateo, también en otras ganaderías mexicanas.
Por causas de fuerza mayor, Memo salió de La Afición, nunca hubo un problema con él, pero requería más dinero para comprar una casa, se fue al Ovaciones y más tarde a El Universal.
Todo mundo lo quería, todos eran sus amigos, él si podía decir que “tenía un millón de amigos”, ganaderos, toreros, empresarios siempre lo invitaban y Memo conoció todas las plazas de toros de México.
Hace tres años se fundó el Salón de la Fama del periodismo deportivo. Los toros están incluidos, como deporte, aunque sea un arte la tauromaquia. Se formó un comité elector formado por 15 periodistas, yo fui nombrado Presidente del mismo y en la primera generación propuse a Guillermo Salas, no por ser mi amigo, sino porque representaba lo que yo siempre he buscado en los redactores, que amen su deporte y de preferencia que lo hayan jugado para que nadie les diga “bájate a hacerlo” y así Memo entró en vida al salón de los inmortales mucho antes que muy bonito, pero no tenían los conocimientos de Memo.
Don Guillermo Salas ingresó al Salón de los inmortales, como el último eslabón, de los grandes cronistas taurinos. En la actualidad ya los que escriben de toros son otra cosa, ya nadie les exige ser auténticos conocedores de la fiesta brava.
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Los tres mosqueteros, Guillermo Salas, Fernando Aguilar y un servidor, seguimos por caminos diferentes:
Fernando en el mundo político, se convirtió en lo que le llamaban el “amigo profesional”, por el gran trato que daba a los periodistas, como jefe de prensa de varios organismos, entre ellos la Procuraduría General de la República.
Memo se convirtió en un inmortal de la crónica taurina y yo a los 28 años era Jefe de Redacción de La Afición y a partir de 1980 subdirector del diario. Los tres alcanzamos nuestras respectivas metas y los tres conseguimos algo muy especial, tener un millon de amigos y cada quien, formar una gran familia.
Fernando y Memo, ya me están esperando allá arriba.