La charrería no solo es el deporte nacional, también conserva una serie de elementos y tradiciones, características de la cultura mexicana

Más allá del gusto que tenemos en México por disciplinas como el futbol, el boxeo o la lucha libre, el deporte nacional es la charrería, la versión estilizada y elegante de las labores campiranas desarrolladas por los rancheros que habitaron todo el país a partir de la colonia y, principalmente durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo pasado.

Actualmente es un deporte reglamentado practicado por los charros y tiene una gran riqueza simbólica que le permitieron recibir el distintivo como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco el 14 de septiembre de 2017.

Pero sobre todo, es una actividad que nos recuerda una parte importante del concepto de mexicaneidad con el que aún nos sentimos identificados.

La palabra charro, sinónimo de jinete proviene del vasco “txar” y se utiliza en la región de Salamanca y significa “rústico”. Otra acepción podría ser la palabra “chauch” que significaba “pastor” o “jinete” en mozárabe. De hecho, este vocablo es el origen de la palabra “gaucho”, que es el tradicional jinete sudamericano.

De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española (RAE), el charro se define como: “jinete o caballista que viste traje especial compuesto de chaqueta corta, camisa blanca y sombrero de ala ancha y alta copa cónica, con pantalón ajustado para los hombres y falda larga para las mujeres.”

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Las competencias se basan en una mezcla entre ganadería y la actividad ecuestre, similar a lo que ocurre en otros países como el rodeo estadounidense, coleadero, gauchadas, corridas de toros, barrideras, etc.

En México, se considera que la charrería surgió como deporte en el estado de Hidalgo, siendo catalogado éste la cuna de la charrería, También se dice que la charrería nació en Hidalgo, cuando el barón Sebastián de Aparicio quien trató de enseñar a los indígenas técnicas europeas de ganadería, entre 1531 y 1555. Debido a que estos temían subir a un caballo, el patrón los enseñó a domar animales más pequeños a pie con el lazo y esto sí les interesó.

Para las competencias, se construyeron ruedos similares a las plazas de toros llamados lienzos charros. Mientras que los participantes deben vestir la ropa tradicional de trabajo, pero en su versión de gala, que incluye telas como gamuza bordados con hilos o espuelas de plata, etc.

Los caballos también son arreglados con arreos que hacen juego con la vestimenta del dueño también pueden estar ricamente adornados con grabados en cuero, hueso, concha nacar y plata.

Mientras que los caballos normalmente son finos ejemplares de alto valor económico.

¿Cómo se realiza una charreada?

La charreada inicia con un desfile general de los charros y las adelitas participantes en las escaramuzas, que son una serie de evoluciones de adelitas a caballo donde hacen coreografías musicalizadas. Posteriormente se realizan honores a la bandera.

A continuación, comienzan las competencias de las diferentes suertes:

Cala de Caballo: Demostración de la buena rienda y educación del caballo, en elementos como: hacer que el caballo corra a toda velocidad y se frene en un solo tiempo, después se le hace girar sobre su propio eje apoyado en una sola pata así hacia los ambos lados. Después el caballo tiene que hacer lo mismo pero a la mitad y al final tiene que caminar hacia atrás unos 50 metros.

Esta es la suerte más importante de la charrería porque muestra la conexión entre jinete y caballo y en la evaluación se incluye si el animal se mueve de manera cómoda o algún arreo lo molesta.

Pialar: Consiste en detener a una yegua que sale a trote lazada de los cuartos traseros mientras el charro monta su propio caballo. Una vez que laza al animal, el jinete debe sujetar la reata en la cabeza de la montura para derribarlo.

Coleadero: El charro montado a caballo espera la salida de un toro pequeño y, tras correr junto a él, le toma la cola y la atora en su pierna para derribarlo, en una distancia máxima de 60 metros.

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Jineteo de toro o yegua: Similar a lo que ocurre en los rodeos estadounidenses, el charro monta un toro o una yegua brava y es liberado al ruedo para que repare hasta que derribe al jinete. Para poder montar, cada charro cuenta con la ayuda de hasta tres asistentes en un cajón antes de ser soltado. El jinete que dure más tiempo sobre el animal es el ganador y, si el animal deja de reparar, el charro tiene tres minutos para bajarse, quitando la sujeción al toro.

Terna en el ruedo: En esta competencia, tres charros lazadores montados a caballo deben lazar a un toro, pialarlo y derribarlo. Cuentan con dos oportunidades cada uno ya sea para lazar la cabeza del toro o pialarlo. Deben trabajar de manera alternada para conseguir cada uno de los movimientos de manera alternada.

Manganas: en esta suerte el charro se debe situar a una distancia mínima de cuatro metros de la barda perimetral y después de florear su reata, lazar los cuartos delanteros de un equipo a galope y derribarlo. La competencia dura ocho minutos y se tiene que derribar tantos animales como sea posible en este lapso. La competencia se puede realizar a pie o a caballo.

Paso de la muerte: Una de las competencias más tradicionales de la charrería. Consiste en cabalgar a toda velocidad alrededor del ruedo con dos caballos de manera paralela y el jinete debe pasar de un animal a otro sin caer. El tiempo máximo es de tres minutos.

Historia de la Charrería y su importancia en la cultura mexicana

Los charros surgieron en la época colonial, con la llegada de los primeros caballos a América en el siglo XVI. Desde entonces, el caballo se convirtió en un elemento indispensable para hacer funcionar la economía colonial. Pero también como consecuencia, en un elemento característico de la cultura mexicana. Aunque el pensamiento clasista de aquella época impuso reglas racistas, como la prohibición de que negros o indios subieran a un caballo.

La realización de estas actividades (trabajo en haciendas, minas o ranchos) requería de jinetes con habilidades sobre la montura y proliferaron por el país.

Hasta el Porfiriato, las charrerías se realizaban en las grandes haciendas que había en el país. Después de la Revolución, cuando empezaron a surgir las grandes ciudades, estas haciendas comenzaron a desaparecer. Pero los antiguos hacendados comenzaron a asociarse para mantener estas competencias de habilidades. En 1920, Silvano Barba, Inés Ramírez y Andrés Zemeño, crearon en Guadalajara la primera agrupación mexicana de charrería, llamada Charros de Jalisco.

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Y después comenzaron a construirse numerosos “lienzos charros”, enfocados en mantener esta tradición.

Con el auge de la Época de Oro del Cine Nacional, el charro se convirtió en un el elemento distintivo de la cultura mexicana, a nivel mundial. A su alrededor se crearon canciones, novelas, pinturas y otros elementos sobre el tema.

Todavía hasta los años 70 y 80 la cultura del charro mexicano, un hombre gallardo, enamorado y el prototipo del macho mexicano persistieron como elementos distintivos y, la tradición del charro sigue como una característica tradicional de las fiestas patrias.