Fútbol del bueno. Fútbol de verdad. Esta es la historia de Fernando Carlos y Federico, los que pusieron el apellido Redondo en boca de muchos amantes de la caprichosa. Uno brilló en el Real Madrid, entre otros equipos; el otro es una de las joyas más importantes que tiene el fútbol argentino.

De Adrogué para el mundo, Fernando Carlos Redondo dio sus primeros pasos en un equipo de fútbol sala, en el club barrial Club Deportivo y Social Villa Calzada, ubicado en Rafael Calzada. A los 10 años, su padre lo llevó a probar a Argentinos Juniors, donde jugó en divisiones inferiores. Desde que llegó de chico impresionaba con su gran visión de juego y su buen posicionamiento.

Debutó a los 16 años de la mano de José Yudica frente a Gimnasia y Esgrima La Plata allá por el año ‘85. En 5 temporadas que jugó, resaltó. Estuvo presente 75 veces y mojó solo una. Su especialidad era asistir. No le interesaba anotar, sino que los demás si lo hagan.

Al inicio de la temporada 1990-1991, en una insólita situación en la que Argentinos Juniors se olvidó de enviar los telegramas de renovación de los contratos, quedó libre toda la plantilla. Redondo era uno de ellos. Ahí empezaron a buscarlo diferentes clubes, pero su destino estaba en España. El Tenerife se lo llevó gracias a la gestión de Jorge Solari, en aquel momento, director técnico del primer equipo.

Con los Blanquiazules estuvo hasta el año 1994, cuando apareció uno de los más grandes clubes de la historia de este deporte: El poderoso Real Madrid. Jorge Valdano lo conocía y pidió por él. Pusieron la firma y el dinero y el conjunto blanco se hizo de la ficha del jugador.

Ganó la Liga Española del 95 y del 97, además de la Supercopa en este último año mencionado. Pero al Madrid no había ido solo para ganar títulos domésticos, sino la UEFA Champions League.

Sus dos mayores logros los consiguió en 1997-1998 y la segunda en 1999-2000 siendo en esta última capitán del equipo y también sería nombrado como el mejor jugador del torneo. Se recuerda especialmente su actuación frente al Manchester United en el partido de vuelta por los cuartos de final. Una jugada fenomenal que quedó en la memoria de muchos.

Luego de ese partido, Sir Alex Ferguson declaró que estaba sorprendido porque parecía que Redondo tenía un imán en el pie para llevar de tan cerca la pelota. Era imposible sacársela.

La final fue por 3 a 0 ante el Valencia y fue su último partido con la camiseta de la Casablanca. El Milan, otro equipo grande del viejo continente, lo esperaba.

Por varias lesiones, casi no pudo jugar en el club y decidió renunciar a su sueldo por un tiempo. En el 2004 se retiró obligadamente por no encontrar una solución a sus problemas físicos. Con la Albiceleste jugó 29 partidos, pero solo una Copa del Mundo: 1994, Estados Unidos.

Bilardo lo tentó con citarlo para el Mundial de Italia ’90 pero no aceptó abandonar sus estudios universitarios. Una decisión totalmente personal.

Federico, hijo de Fernando, se inició también en el Bicho de la Paternal. Firmó su primer contrato con el club el 17 de diciembre del 2021. Debutó en Primera División ante Tigre el año pasado en la victoria de Argentinos por 2-1. Ese día todas las miradas estaban puestas en él, había mucha expectativa.

Pero no solo la alegría pasaba por el club sino por la Selección Argentina, que le dió la oportunidad de defender los colores celestes y blancos en Mayo de ese mismo año.

Con 20 años ya participó de una Copa del Mundo: fue la disputada recientemente en Argentina categoría Sub-20. Jugó en los 4 partidos del equipo dirigido por Javier Mascherano y dejó jugadas como esta:

“No siento presión por ser Redondo, es un orgullo. Mi papá me habla después de los partidos y me aconseja qué mejorar”, expresó alguna vez el más chico de los hijos de Fernando. Simpleza e inteligencia. Herencia de elegancia y buen fútbol. Con el Mundial como vidriera, no falta mucho para que llegue una oferta del viejo continente por una de las más grandes promesas que tiene el fútbol argentino.