Los combinados nacionales de baloncesto están atravesando una revolución, que se viene profundizando a lo largo de la última década pero que en esta Copa del Mundo es extremadamente evidente: los jugadores naturalizados. Algunos con descendencia, otros con experiencia en la liga local y los últimos, que nunca tuvieron contacto con el país pero juegan para su selección. Cada vez hay más y, con el tiempo, están tomando una gran importancia, a veces siendo eje de las conquistas de torneos importantes para países que, al fin y al cabo, nunca conocieron.

Para entender ciertas relaciones atleta-nación, debemos recordar que la FIBA permite hasta un naturalizado por selección, o sea, que los conjuntos pueden inscribir a un jugador que nada tenga que ver con su nación. A partir de ahí, todo el que quiera vestir los colores deberá comprobar que algún familiar directo tenga raíces en dicho país para obtener la ciudadanía, más allá de haber nacido fuera de los límites territoriales.

Cuando pensamos en estrellas nacidas fuera del país que tuvieron peso en competencias FIBA, los primeros que se vienen a la cabeza y que fueron los naturalizados más populares cuando no se le daba importancia a ello fueron Serge Ibaka y Nikola Mirotic. Congoleño y montenegrino respectivamente, juntan entre los dos 80 participaciones con la selección de España, además de dos oros en Eurobasket y un bronce olímpico (2016, solo Mirotic).

Solamente en este Mundial contamos con 9 naturalizados dentro de los participantes. Los casos más conocidos son el de Rondae Hollis-Jefferson y Thomas Walkup, alero y base de Jordania y Grecia respectivamente. Jefferson decidió que quería jugar el certamen para “remontar” su carrera dentro de las grandes ligas. Por su parte, Walkup es jugador del Olympiacos de ese país y, a falta de bases como Nick Calathes o Tyler Dorsey, obtuvo la naturalización por parte del gobierno griego para poder tramitar su ciudadanía y ser el playmaker titular del equipo.

            Si hablamos del equipo mexicano, el plantel dirigido por Omar Quintero cuenta con 3 nacionalizados, o sea, aceptados como mexicanos por FIBA pero nacidos fuera del territorio azteca. El primero es Daniel Amigo, el pivote titular que juega en los Libertadores de Querétaro. ADEMEBA oficializó su nacionalización a un mes del mundial, por lo que no ocupa plaza de naturalizado. El segundo es Paul Stoll, que si bien nació en Michigan tiene sangre mexicana ya que su madre es originaria de Durango. Por último tenemos a una leyenda del seleccionado que acaba de retirarse del equipo: Orlando Méndez Vázquez, que tiene raíces mexicanas pero nació en San Antonio.

¿Que tal ves que las selecciones puedan incorporar un extranjero así… estás de acuerdo?