Joey Didulica dice que no soporta la luz del sol, casi siempre tiene que llevar gafas, no le gusta estar con muchas personas porque le dan crisis de ansiedad y por las noches, cuando está muy cansado -lo saben en casa y él también- dirá cosas “sin sentido”.
Nadie en su sano juicio le creería que fue campeón con el Ajax, AZ y el Austria Viena. Si no le conocen, tampoco le creerían que fue portero profesional. Claro, 20 conmociones cerebrales te cambian la vida.
Joey, como muchos jugadores -como el propio David Luiz que azotó su cabeza contra la de Raúl Jiménez- no le dio importancia (la que merece) a los golpes que recibe su cerebro.
“Lo intentaría. Si no pudiera, me detendría, pero lo intentaría”,“he jugado con una conmoción cerebral y si tu visión es buena, hombre arriba y hazlo”, “si siento que puedo, entonces sí”. Esas fueron las respuestas de futbolistas encuestados para el estudio “English professional football players concussion”. Es grave.
¿Parar? No. A David Luiz le vendaron la cabeza, le salió sangre y siguió jugando 30 minutos más. Si hubiera podido, ¿Raúl Jiménez hubiera continuado? Lo más probable es que sí. No es una percepción:
72% de los jugadores que sufren una contusión, conmoción o concusión cerebral (que no es lo mismo) siguen o buscan regresar a la cancha, eso documentó el informe.
Todos los futbolistas deberían conocer las conclusiones del estudio “Mixed pathologies including chronic traumatic encephalopathy account for dementia in retired association football (soccer) players” para tenerle un ‘pelín’ de miedo a todo esto:
- 10 años después del retiro comienzan los síntomas de demencia
- 85% presentaron cambios en su conducta: demencia, apatía o violencia principalmente
- 100% de los jugadores que se les aplicaron estudios postmorten presentaban signos de Alzheimer
- 66% de los jugadores postmortem tenían signos de CTE (Encefalopatía traumática crónica)
Lo terrible y grave es que una conmoción cerebral se puede originar inclusive con un choque de hombros que termina por impactar en la cabeza. (Casi) nadie en el profesionalismo tomaría en cuenta eso para hacer análisis o pruebas.
El estudio “English professional football players concussion” fue publicado en septiembre de 2020. Una de sus conclusiones es, por decirlo lo menos escandaloso posible, grave:
“Los equipos de la liga del campeonato inglés en gran parte no cumplen con las pautas del Declaración de Consenso Internacional sobre Conmociones Cerebrales en el Deporte (que tiene medidas escritas de protocolo) con pruebas limitadas de pretemporada, falta de utilización de métodos de evaluación objetivos y períodos de descanso fijos limitados”.
Se lee en el estudio
Allí juega Raúl Jiménez y no es poca cosa decir que eso sucede en la Premier League, la mejor liga de futbol del mundo.
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Y el problema no es de la Premier. En realidad no hay tolerancia cero para que los clubes tengan protocolos más radicales en beneficio de la salud del futbolista en otras partes -o en todo- del mundo.
¿Sabrán en la Liga MX los resultados del informe “Reliability Of The King-devick Test In Baseline Concussion Evaluations In A Mexican Professional Soccer Team”?
El doctor José Ángel Garza lo realizó hace no más de tres años para el Tec de Monterrey, se analizaron a 24 jugadores de la Liga MX y hay resultados importantes. A través de una serie de pruebas, cuestionarios y encuestas se determinó que al menos cinco -sin que hayan experimentado ‘oficialmente’ una conmoción cerebral- sufrieron retraso de ‘aprendizaje’ o de tiempo de respuesta.
La mayoría de las conmociones cerebrales no implican pérdida del conocimiento o deficiencias obvias, lo que hace que los médicos dependan de los síntomas autoinformados por el jugador, lo que remotamente sucede.
Christopher Nowinski, codirector del Centro para el Estudio de la Encefalopatía Traumática de la Universidad de Boston ponen en duda algunos datos de la propia FIFA. En el organismo documentan que en las últimas cinco copas del mundo sólo se presentaron 12 casos de conmoción y que entre el 1 y 2% de las lesiones en los torneos europeos son por este motivo.
Para la FIFPRO, organización internacional de futbolistas formada por 40 asociaciones nacionales y unos 38,000 miembros, dice que las medidas “siguen siendo insuficientes para cambiar adecuadamente las reglas del juego y proteger mejor a los jugadores que han sufrido una conmoción cerebral”.
Y una de sus medidas por las que ha pugnado desde este año es desarrollar un programa piloto donde se implemente el uso de “sustitutos temporales” durante un período de diagnóstico de 10 minutos, para obtener pruebas sobre los pasos a seguir.
En 2008, en la final entre Cruz Azul y Toluca, César Villaluz vivió de cerca el terror. Quedó inconsciente tras un choque y fue trasladado al hospital. El doctor Alfonso Jiménez dijo que se le realizaron unas radiografías de cráneo, columna cervical y una tomografía. Los resultados los miró el neurólogo y determinó que no había nada grave. Casualidad o no, miedo, resaca o repercusiones pero César nunca volvió a ser el mismo.
Y a más de 5,000 kilómetros de México, Joey Didulica ahora toma clases en una universidad, busca mantenerse en forma pero sabe y admite que le cuesta mucho más tiempo aprender, “procesar información”.
Hasta ahora ninguna liga en el mundo tiene protocolos definidos a rajatabla para controlar este tipo de situaciones como una conmoción.
Mikel Arteta, entrenador del Arsenal, dijo que el club siguió los protocolos médicos establecidos y que por eso regresó David Luiz a la cancha.
“Lo intentaría. Si no pudiera, me detendría, pero lo intentaría”… Así le respondieron jugadores de la Premier a médicos y científicos cuando les preguntaron qué harían en caso de una conmoción cerebral. Así las cosas.