Un enganche técnicamente bueno, pensante y hábil. Rápido de mente y de piernas. Compañero, líder y amigo. Ese era Pablo César Aimar, el ídolo de muchos. El que jugó al fútbol, lo hizo de maravillas y hoy es campeón del mundo desde otro lado.

De pequeño, en su ciudad de Córdoba, precisamente Río Cuarto, Pablo se divertía con la pelota. Su principal objetivo siempre fue divertirse, pasarla bien y hacer cosas nuevas. Probar, probar, probar, eso hacía. A pura gambeta en el barrio, dejaba asombrados a todos los que lo veían. Comenzó a jugar “más en serio” en el club de su ciudad, Estudiantes de Río Cuarto. Esa fue su primera experiencia. Luego se probó en River Plate y, aunque lo aceptaron, sus padres decidieron que aún era muy pronto para jugar al fútbol a ese nivel y volvió a Río Cuarto con su familia. Siempre fueron apegados entre ellos, y les costaba dejar en Buenos Aires, tan lejos, a uno de sus hijos.

Al poco tiempo, Daniel Passarella llamaría a su padre para pedirle que Pablo volviera y fue así como entró de manera oficial a las divisiones inferiores de los millonarios a mediados de 1996. Allí debutó en Primera División el 11 de agosto de 1996, en un equipo plagado de estrellas que, meses antes, había conseguido la Copa Libertadores y al año siguiente ganaría el Clausura y el Apertura de 1997. Anotó su primer gol el 20 de febrero de 1998, frente a Rosario Central. En su primer torneo Apertura anotó cuatro goles. Pablito, como le decían, parecía que hacía lo que quería con la pelota. La gambeta era su punto fuerte, y se ganó el cariño del público millonario rápidamente.

Formó parte de Los 4 Fantásticos que tuvo River en el año 1999 con Ariel Arnaldo Ortega, el colombiano Juan Pablo Ángel y el conejito Saviola. Consiguió varios títulos, le anotó a Ferro en el último partido y se consagraron con un gol de Pablo y luego, tomó vuelo europeo: el Valencia de España lo esperaba.

Aimar había llegado a Mestalla por 24 millones de euros y siete años de contrato. Só, siete años, lo querían de verdad porque creían que Aimar era una de las joyas más grandes que tenía Argentina. ​ Pronto el jugador devolvió con su buen juego la confianza depositada en él, pues lideró al conjunto ché en la consecución del título liguero en la campaña 2001-2002.

Marcó 8 goles en 31 partidos la temporada siguiente y luego se fue apagando. Sin embargo, jugó buena parte de la temporada en que el Valencia Club de Fútbol se proclamó campeón de la Primera División y de la UEFA Cup, tras derrotar por 2-0 al Olympique de Marsella en Gotemburgo.

Los grandes problemas de Aimar aparecieron con sus lesiones. No le permitían brillar adentro del verde césped. En el verano de 2006, Zaragoza se interesó por él y Aimar, que venía arrastrando lesiones previas, accedió a mudarse de club. La negociación se dio por 11 millones de euros, aunque parezca poco, para la entidad que lo compró fue uno de los fichajes más caros de su historia. Aimar llegaba como una gran figura y confiaban en su pronta recuperación. 

En el primer año en el Real Zaragoza marcó 4 goles y dio 6 asistencias. En su segunda temporada acabó con 3 asistencias y ningún gol, pero estuvo lesionado la mitad de la misma y el Real Zaragoza descendió a la Segunda División de España. Esto fue un duro golpe para el argentino que ni siquiera pudo estar en los 11 titulares para intentar cambiar la historia.

Buscando nuevos rumbos encontró al Benfica de Portugal que estaba interesado en su contratación, y así fue. Rui Costa, una de las máximas figuras de la institución, apostó por él y desenvolvió 6 millones y medio. De menos a más, Aimar se fue metiendo en el equipo titular.

El mediapunta argentino participó en 179 partidos oficiales con la camiseta del Sport Lisboa e Benfica y concretó 17 goles. En su estadía en el Benfica, Aimar ganó una Liga (2010) y cuatro Copas de la Liga. En 2011 recibió el reconocimiento como mejor jugador del Benfica de esa temporada.

En el 2013, cuando sentía no poder dar más potencial, Pablo anunció su retiro del club. El 6 de junio fue su último día como jugador del Os Encarnados.

Tuvo un breve paso por Malasia, donde compartió plantel con Luciano Figueroa, pero fue muy corto, apenas meses.

Pero ya el 5 de enero del 2015, Aimar volvió a su casa: River Plate. El jugador llegó libre procedente de Johor Darul Takzim FC. El 12 de febrero de 2015 fue operado en el tobillo derecho. Disputó solo un partido con el Millonario, que fue en el Monumental ante Rosario Central, donde jugó poco más de 15 minutos.

El 15 de julio de 2015, tras no ser convocado para la Copa Libertadores y no encontrarse bien físicamente, decidió retirarse profesionalmente del fútbol. Las lesiones lo terminaron opacando, pero algo muy bueno en su vida vendría pronto.

Pablo Aimar y su proceso en la selección de Argentina

Los primeros pasos fueron como ayudante de campo con la Albiceleste. El cuerpo técnico, liderado por Lionel Scaloni logró clasificarse campeón con la Selección Sub-20 en el torneo de L´ Alcudia 2018 tras vencer a Rusia por 2-1. Aimar era parte de todas las decisiones que tomaba el de Pujato, aunque su trabajo era mucho más silencioso.

Cuando apareció la posibilidad de estar al frente de la Selección Mayor, Aimar no dudó y decidió acompañar a Scaloni. Sin dudas, su buen desempeño en la Copa América 2019 fueron confirmando su camino hasta Qatar 2022, donde todo fue alegría, emoción y alivio. Y quizás esta última palabra genera un poco de controversia, pero desde el cuerpo técnico de Lionel tenían presión para estar al mando de un país, un plantel tan rico y una selección acostumbrada a estar en lo más alto.

El proceso fue largo, pero el conjunto vestido de blanco y celeste llegó como uno de los favoritos a levantar la Copa Del Mundo por estar invictos, y lo que lograron después terminó siendo historia. Aimar era la segunda cara de las decisiones de Lionel Scaloni. Ambos estuvieron al borde de las lágrimas varias veces, pero la alegría por conseguir el trofeo más preciado en el ambiente del fútbol fue el pico máximo para un grupo de trabajo técnico. Caminaron juntos, el pujatense era la cara visible, pero Pablo César, el segundo cerebro.