Fray Nano era, para mí, el prototipo de lo que debe ser un cronista deportivo: ser periodista no representa el simple acto de portar una credencial que lo confirme

Yo era un chamaco de diez años, cuando ya andaba por todos los pasillos de La Afición, periódico donde laboraba mi hermano mayor, Rodolfo. Conocí a todos los redactores y linotipistas, una casta muy especial de trabajadores y, por supuesto, a Fray Nano, el director del diario.

Desde que estaba en cuarto y quinto año de primaria, interno en un colegio, todos los días recibía La Afición, me la hacía llegar mi hermano, la leía de cabo a rabo, por lo que siempre estaba enterado de lo que sucedía en el mundo del deporte y mi hermano me presumía, les decía a sus compañeros pregúntenle lo que quieran y él lo sabrá responder. Quizá este detalle me hizo siempre sentir una simpatía muy especial con Fernando Schwartz, a quien conocí siendo un niño en el Hipódromo de las Américas, pero un niño sabio, sabía todo lo del deporte.

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El día en que cumplí 15 años, 27 de marzo de 1945, Fray Nano me envió, con mi hermano, varios libros de regalo, que editaba La Afición, en uno de ellos, Consejos para jugar beisbol, venía un escrito: “Para un aficionado que va que vuela para cronista deportivo”. Yo ya tenía la vocación grande de ser cronista deportivo, pero ese mensaje me llenó de optimismo.

Ese mismo día falleció mi hermano en un accidente automovilístico, cuando apenas tenía 27 años. Cuatro días después, el 1 de abril me presenté en la oficina de Fray Nano, por supuesto, él ya sabía a lo que iba. Le dije que quería ser cronista y le platiqué que acababa de llegar a mi casa el equipo de basquetbol femenil Politas, que era la adoración de mi hermano, venían de una gira por Estados Unidos y antes de llegar a su casa fueron a dar el pésame a mi madre.

“Ahí está su primera nota”, me dijo Fray Nano, Escríbala, y ahí empezó mi carrera y el logro de mi gran sueño de niño, ser cronista deportivo.

Fray Nano fue para mí como mi segundo padre, en mis inicios leía todo lo que escribía, lo corregía y muchas veces me obligaba a repetirlo. Me hizo leer un libro, que él escogía de su amplia biblioteca, cada 15 días.

Fray Nano

Fray Nano era, para mí, el prototipo de lo que debe ser un cronista deportivo: ser periodista no representa el simple acto de portar una credencial que lo confirme, ni el extraordinario poder de emitir juicios positivos o negativos contra personas o instituciones de forma pública. El periodista, si siente la verdadera vocación, es un hombre comprometido con su entorno y la realidad de su tiempo. Nada humano le puede ser ajeno.

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Fray Nano era el mejor ejemplo de todo ello. Desde muy joven abrazó la profesión, se hizo cronista de El Universal, en cuyas páginas de vez en cuando salía alguna información del deporte y Fray Nano peleaba todos los días con el que era Jefe de Redacción del diario, en ese entonces, y le peleaba le diera más espacio para publicar sus notas, hasta que un día lo agarró de malas y el jefe de redacción le dijo: “si quieres más espacio, haz tu periódico” y Fray Nano lo hizo.

Fray Nano era, para mí, el prototipo de lo que debe ser un cronista deportivo: ser periodista no representa el simple acto de portar una credencial que lo confirme, ni el extraordinario poder de emitir juicios positivos o negativos contra personas o instituciones de forma pública. El periodista, si siente la verdadera vocación, es un hombre comprometido con su entorno y la realidad de su tiempo. Nada humano le puede ser ajeno.

Fray Nano era el mejor ejemplo de todo ello. Desde muy joven abrazó la profesión, se hizo cronista de El Universal, en cuyas páginas de vez en cuando salía alguna información del deporte y Fray Nano peleaba todos los días con el que era Jefe de Redacción del diario, en ese entonces, y le peleaba le diera más espacio para publicar sus notas, hasta que un día lo agarró de malas y el jefe de redacción le dijo: “si quieres más espacio, haz tu periódico” y Fray Nano lo hizo.

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Su padre, Don Juan Aguilar, tenía una imprenta y lo ayudó en todo, de esa forma el 25 de diciembre de 1930, se publicó el primer número del que sería dos años más tarde, el primer diario exclusivamente de deportes en el mundo. Ya había algunas revistas semanales, lo mismo que el periódico The Sporting News, de Estados Unidos, exclusivo de beisbol.

Fray Nano se llevó con él a Don Carlos Quiroz, Monosabio, que era el mejor cronista taurino de su época y a Mario Fernández, Don Facundo que escribía de futbol. Fray Nano cubría el boxeo y el beisbol, pero nunca se concretó a escribir, él amaba al deporte, al grado que en la redacción de La Afición teníamos un letrero grande que decía: “si lo que escribió no es en beneficio del deporte, tírelo al cesto”.

Además de dirigir el periódico, Fray Nano promovió el deporte el deporte: como socio de la Empresa Mexicana de Box y Lucha, años después, junto con Don Ernesto Carmona fundó la Liga Mexicana de Beisbol, de la cual fungió varios años el Alto Comisionado. Fundó el torneo de los Guantes de Oro, de donde surgieron muchos campeones. Tradujo y publicó las primeras reglas oficiales de beisbol que hubo en español.

Aprendí de él, entre otras muchas cosas, que el periodismo deportivo no es sólo reseña fría, comparación atinada de resultados o divulgación de récords, es también descubrir, detrás de una hazaña deportiva, la pasión, tristeza, alegría, desvelo y drama de aquel que produce ese momento inolvidable:  el hombre

El credo de Fray Nano era: “no vendemos periodismo, lo hacemos y no aceptaremos mezclar mercantilismo con el periodismo”.

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Aprendí, además, que un periodista deportivo, si consigue hurtar sus ojos de la brillante superficie banal con que suele aparecer el mundo del deporte y penetra en su interior con ojos críticos y humanos, donde se agitan los mismos malos duendes que atormentan  al ser humano, desde tiempos inmemoriales, odio, envidia, celos, bajas pasiones y más, pero que por lo general  son vencidos por el sentimiento de solidaridad, amor, confianza, voluntad y respeto que inspira el deporte, puede decir que está preparado entonces, para escribir de las otras fuentes de la vida periodística sin ningún problema.

En La Afición, se hizo periodista, por ejemplo, Miguel Tomassini, quien llegó a ser director de El Universal, y fundador del Club Primera Plana, la elite del periodismo. César Hernández Palacios que era el jefe de redacción cuando yo me inicié en La Afición, fue fundador y director del Ovaciones.

Ya sabía yo que, para llegar a triunfar en este oficio, aún no era profesión, debería tener deseos de superación, nunca creer que se sabe demasiado, fina sensibilidad y pasión por lo que se hace, más trabajo, trabajo y más trabajo, aprendí que eran los requisitos necesarios para aspirar un día a llamarse un buen periodista deportivo.

Yo considero que Fray Nano es el padre del periodismo deportivo. Los grandes diarios capitalinos pronto aprendieron que deberían dedicarle más espacio al deporte, ya que existía un diario exclusivamente de esta disciplina y todos buscaron a especialistas provenientes de La Afición.

En la actualidad han ingresado tres generaciones al Salón del Periodismo Deportivo y un gran porcentaje de ellos, fueron discípulos del más prestigiado periodista deportivo en toda la historia de México, el gran fray Nano, mi personaje inolvidable.