Esta noche desde las 21:30, hora local, Boca Juniors visitará el estadio Monumental de Chile para enfrentar al Colo Colo por la fecha 3 de fase de grupos de Copa Libertadores, pero si volvemos en el tiempo, existió un duelo realmente manchado.

Una noche copera, pero del año 1991, el Club Atlético Boca Juniors viajó para medirse con el conjunto colocolino para disputar la segunda semifinal de la Copa Libertadores de América, la competición a nivel clubes más importante del continente. Aproximadamente 65000 fanáticos colmaron la cancha quizás como nunca, la expectativa era muy grande, jamás un equipo chileno había logrado tamaña conquista. El clima que se vivía era de euforia, mucha expectativa y por sobretodo, muy caliente.

Boca llegaba mejor, ya que en la ida se había llevado el partido con un gol de Alfredo Oscar Graciani. El Murcielago convirtió desde los 12 pasos tras cruzarla fuertemente. La Bombonera se vino abajo, pero todavía quedaba la vuelta que no parecía fácil.Colo Colo comenzó ese partido con 4 delanteros bien marcados sabiendo que si o si debían hacer un gol para forzar el alargue. En el primer tiempo no hubo tan buen fútbol, pero en el segundo todo empeoró. Patadas por aquí, patadas por allá. Poco juego limpio, mucho del sucio.

Carlos Moya, en aquel entonces lateral izquierdo del conjunto visitante, chocó con Patricio Yáñez del local y se lesiona el último en ser nombrado. Boca no estaba bien.Gabriel Mendoza, uno de los delanteros del conjunto chileno, puso en ventaja al equipo local. En ese momento, una multitud de fotógrafos y una llamativa cantidad de gente invadió el campo de juego. Esto fue un presagio de lo que vendría después. “Todo se pudrió”, como se dice en la jerga futbolera.

Colo Colo anotó el segundo gol desde los pies de Marcelo Barticcioto, pero Boca descontó con un gol de Gambeta Latorre, curiosamente, de cabeza.

A los 37 minutos Rubén Martínez, otro de los delanteros del conjunto de Chile, anotó el tercer gol de su equipo que superaba al Xeneize por 3 a 1 y hubo una nueva invasión de campo por parte de gente ajena al partido y todo se volvió un gran lio. Antonio Apud fue a buscar la pelota, porque alguien la había tomado del arco y la había escondido y se puso a discutir por las burlas que le hacían. Tal era la locura que lo empujaron al foso. Algo increíble. Al mediocampista de origen tucumano le pegaron otras personas que estaban como civiles. Luego el descontrol fue total.

Las fuerzas armadas entraron al campo de juego y soltaron perros para que muerdan a jugadores del conjunto argentino. Carlos Fernando Navarro Montoya fue uno de ellos. Anteriormente, al Mono le habían dicho: “Vos perdiste en las Malvinas, ahora vas a perder acá también, huevón”, pero la dejó pasar.

Giunta y Batistuta le pegaron a todo lo que tenían en frente en defensa propia, porque hasta los fotógrafos, no solo los policías civiles y plantel colocolino, agredían físicamente a los jugadores de Boca.

El resultado no cambió: Colo Colo accedió a la final del torneo y Boca quedó eliminado. “Esta es la máxima cobardía… Ustedes tienen que erradicar estas cosas, la agresión de ese señor del cuerpo técnico que luego huyó no tiene nombre. Eso es una vergüenza para el fútbol chileno; no el partido, que lo ganaron bien”, dijo Oscar Washington Tabárez, DT de Boca con el rostro ensangrentado.

Hinchas infiltrados, policías de civiles, jugadores y cuerpo técnico se complotaron para, de alguna manera, conseguir la clasificación. Ojalá sucesos como “La batalla de Macul” no vuelvan a ocurrir porque, aquella noche gloriosa, perdió el fútbol.