A veces el jugador hace de todo para jugar, ¿en cuántas oportunidades un futbolista dijo que estaba apto para jugar y en realidad no lo estaba? Ronaldo Nazário, la gran estrella verdeamarela que tenía el Mundial 98′ estuvo muy cerca de la muerte.

Francia se coronó, en su casa y con un Zinadine Zidane intratable haciendo un doblete en la finalísima, contra el Brasil del ‘Gordito’, que llegaba siendo Balón de Oro. Sin embargo, esa noche del 11 de julio, el brasileño estaba viviendo una película de terror que finalmente no tuvo un final trágico, sino que, pudo seguir con vida.

Noche de 11 de julio de 1998, Roberto Carlos concentraba con Ronaldo Nazário porque eran amigos desde hace años. El lateral izquierdo pasó por un momento realmente horrible: su compañero de cuarto estaba sufriendo un ataque de epilepsia y no sabía cómo ayudarlo.

“¡Ronaldo se muere! ¡Ronaldo se muere!”, gritaba Roberto Carlos, su compañero de habitación, desde los pasillos del hotel donde se hospedaba la selección.

El panorama era de terror: inconsciente, con espuma en su boca y en una sucesión de convulsiones. Un agónico minuto que se hizo eterno. Aquella previa a una Final del Mundo era totalmente distinta a lo que se podía imaginar para Brasil: de la fiesta al desespero y la preocupación.

“Hacía un ruido muy extraño, como de querer respirar y no poder. Entonces llegó César Sampaio, yo agarré fuerte a Ronaldo y él le sujetó la lengua”, confesó Edmundo, otro de los integrantes del plantel dirigido tácticamente por Lobo Zagallo.

El electrocardiograma reflejó un ritmo cardíaco de 18 latidos por minuto, es decir la actividad eléctrica y mecánica en el corazón de Ronaldo era casi nula. Básicamente, el delantero estaba perdiendo la vida y la lucha para evitarlo estaba siendo difícil.

En ese momento no importaba el Mundial, ni el Balón de Oro ni nada… Pero Ronaldo pudo superar uno de los momentos más horribles de su vida. Al día siguiente, el ‘Gordo’, porfiado, no permitió que lo dejen en el banco porque tenía que vestir la camiseta de su país en una final del mundo, lo que estaba ansiando hace años.

Bruno Caru, el licenciado en medicina que lo atendió, le dijo que podía darle un fuerte medicamento para que llegue al partido, y el delantero aceptó.

Durante el juego, Nazario parecía perdido, desconectado y casi sin ganas de jugar, pero no estaba del todo claro este trasfondo. Las imágenes mostraban al mejor jugador del planeta en ese momento un tanto desconectado del juego.

 “Eso explica su juego en el partido ante Francia y también las imágenes del jugador cayéndose por las escaleras del avión, como si estuviera borracho en su regreso a Brasil después del Mundial”.

Brasil, que no tenía al 100% a su figura, perdió 3 a 0 esa final con el anfitrión. Les Blues brindaron una cátedra de fútbol y la “Zamba do Brasil” brilló por su ausencia. “Perdimos el Mundial, pero yo gané otra copa: la de la vida”, le dijo a la prensa, post-partido.

Ronaldo Nazário tuvo que superar este momento trágico para volver con más fuerzas: Cuatro años después, se tomó revancha y tocó el cielo con las manos, siendo campeón del mundo y Bota de Oro en el Mundial asiático de Corea-Japón del año 2002.