Durante toda la vida, Flamengo tuvo un objetivo claro: ganar otra Copa Libertadores, algo que solo había logrado en 1981. Año a año, los fracasos se iban sumando, pero la llegada de dos jóvenes valores de la cantera le facilitaron armar el dream team de Sudamérica. El Mengao recaudó más de 100 MDE con las ventas de Vinicius y Paquetá, tras perder la final de la Sudamericana. Pudo armar un plantel con figuras importadas de Europa que le permitieron tener un equipo de temer para todo el continente. Ahora, Flamengo vuelve a un estado de crisis por la falta de títulos.

Después del exitoso ciclo de Jorge Jesús, que consiguió Copa Libertadores y Brasileirao, la inestabilidad, los ciclos cortos, la exigencia y los volantazos fueron moneda corriente. Para reemplazarlo llegó Domènec Torrent, que no logró el funcionamiento requerido, pero que sacó el 64% de los puntos. Su sucesor, Rogerio Céni, ex arquero de Sao Paulo, logró ser campeón del Brasileirao, pero quedó afuera de la Copa Libertadores en octavos de final.

Con el plantel, la hinchada, el poderío y la poca paciencia, una derrota por goleada o un par consecutivas te pueden liquidar. Y ambos entrenadores, con más del 60% del rendimiento, dejaron su cargo por no lograr el excelente funcionamiento del equipo y perder algunos (pocos) encuentros.

Llegaron, entre 2021 y 2022, dos entrenadores con la misión de dar el salto de jerarquía: Renato Gaúcho y el portugués Paulo Sousa. El brasileño llegó hasta la final de Copa Libertadores, hizo una buena campaña, con el 72% de la efectividad, pero no logró la química deseada ni el funcionamiento y se tuvo que ir sin sumar títulos. El ex DT de Fiorentina arrancó flojísimo el Brasileirao, y pese a los buenos números en el Campeonato Gaúcho y Libertadores, dejó su cargo, también con más del 66% del rendimiento.

Dorival Junior arribó desde Ceará sin tanta chapa y cartel, con un estilo serio y perfil bajo, distinto quizás al del resto de los técnicos. Ganó la Copa de Brasil, fue el campeón de la Copa Libertadores y terminó quinto en el Brasileirao. Sin embargo, fue invitado a retirarse por la puerta de adelante por no jugar un fútbol vistoso. Para reemplazarlo, arribó Vitor Pereira, con el objetivo de jugar al estilo europeo y sin espalda para bancar al menos una derrota de peso.

A falta de una caída dura, tuvo varias: cayó en la Supercopa de Brasil, en la Recopa Sudamericana, en las semifinales de Mundial de Clubes ante Al Hilal, en el debut de la Copa Libertadores ante Aucas y en la final de Campeonato Carioca ante Fluminense -su clásico rival- en la que había ganado 2-0 la ida y que perdió la vuelta 4-1. Al portugués le tuvieron más paciencia que a cualquier otro, que no hubiese bancado ni dos caídas de esta magnitud.

Flamengo busca un nombre de peso para salir de la crisis

Hoy, el club de Río de Janeiro sueña con la vuelta de Jorge Jesús, y también están en carpeta Tité, Gustavo Alfaro y Jorge Sampaoli. Pese a que en el Rubro-Negro parece que todos los entrenadores son descartables, si apuntan a uno de estos cuatro no van a poder echarlo tan fácilmente. Esto por la trayectoria que tienen y espalda con la que llegan -dos vienen de dirigir un Mundial-. Entonces, es hora de respaldar un poco más los proyectos y los técnicos contratados.

En Flamengo, ni siquiera obtener la Copa Libertadores te garantiza poder seguir: se necesita ganar todo y por goleada. Eso marea a los jugadores y a los hinchas y expone las malas decisiones dirigenciales. Pase lo que pase, este modelo de despedir a mansalva parece haberse agotado. Si apuestan a la jerarquía de los apuntados, deberán bancarlo contra viento y marea. De lo contrario, Flamengo seguirá sumergido en una crisis insólita, porque es el último campeón de América y tiene el mejor plantel, pero no un rumbo definido.