Tras haber sido suspendido provisionalmente, el 20 de abril de 2020 no fue un día más para el chileno Nicolás Jarry. El nacido en Santiago, que era uno de los mejores tenistas de su país, fue víctima de una injusticia. En una muestra de orina tomada en la Copa Davis del año anterior, se encontraron metabolitos de SARM LGD-4033 (ligandrol) y estanozolol, y pese a demostrar su inocencia, fue suspendido por 11 meses. Después de haber sido Top 40 y de haber ganado el torneo ATP de Bastad en 2019, tuvo que reiniciar su carrera en 2021.

Sin ranking, pasó de jugar torneos ATP a los futures. Tres derrotas en el final de 2020, ante rivales de menor jerarquía, vaticinaban lo que sería el siguiente año. En 2021, tardó cuatro torneos más en acceder a unos cuartos de final. El quinto, el Challenger de Salinas, fue con título: las sensaciones ya eran mejores y el ranking empezaba a bajar de a poco. Después de esa final ganada, perdió el partido definitorio en Salinas 2. A partir de ahí, la confianza disminuyó nuevamente. Solo fue campeón una vez más en Lima y alcanzó la final en Alemania; del resto, en muy pocos estuvo entre los cuatro mejores. Teniendo en cuenta que todavía no había vuelto al circuito ATP, la inactividad hacía mella, ya que su nivel no era el que había tenido y su ranking al finalizar el año (N° 146) no mentía.

En los tres torneos que disputó en la gira sudamericana ATP de 2022, no pasó la primera ronda del main draw. Hasta mayo, no logró acceder a una final de Challenger y tampoco pasó la qualy de Roland Garros. En la segunda mitad del año, no ganó nunca más de cuatro partidos seguidos (solamente lo hizo en Bastad, tomando también los partidos de qualy) y no sumó títulos ni finales, ni en ATP ni en Challenger. Luego de su vuelta, en el año que debía hacerse fuerte, finalizó por debajo del anterior, en el 152 del escalafón mundial.

Nicolás Jarry recuerda su nivel del pasado

Aunque parecía que su nivel viejo no volvería, este año no solo regresó, sino que superó cualquier expectativa. En el Australian Open, nuevamente pudo triunfar en un partido de main draw de Grand Slam tras pasar la qualy. Para la gira sudamericana, comenzó con el pie izquierdo tras caer en la primera ronda de la clasificación en Buenos Aires. Después en la siguiente semana, su tenis dio un giro de 180 grados. En Río de Janeiro, una cancha ideal para sus condiciones, pasó la clasificatoria y no paró hasta la semifinal. Esto fue sin perder sets, no obstante Carlos Alcaraz fue su verdugo en el parcial definitivo.

La semana siguiente en Santiago, su casa, ganó de punta a punta su segundo título ATP con la misma receta que implementó en Brasil, pese a disputar 11 partidos en 15 días. En la previa al torneo más importante que se juega en polvo de ladrillo, se consagró en Ginebra venciendo a dos jugadores de peso, como Casper Ruud y Alexander Zverev. El mismo noruego se encargó de finalizar el sueño en Roland Garros, en cuarta ronda, su mejor actuación en un Major hasta la fecha. Y pese a que sus mejores resultados hasta ahora solo habían sido en tierra batida, la semana pasada se cargó a Stefanos Tsitsipas en Halle, torneo de césped. Su saque es un arma.

Con mucha efectividad en su primer servicio, es casi imposible devolvérselo. Su derecha, pesada, es una bomba a la hora de ir colocada; en velocidad es casi imposible de devolver. Su revés, preciso, es el golpe que más puntos le da, y su volea es letal, como la de casi todos los jugadores de gran estatura. Sus 198 centímetros, y sus características, le permiten adaptarse fácilmente a cualquier superficie. Los desplazamientos no son un problema en polvo, y su estilo en pasto y en cemento hace estragos.

Por eso, no sorprende su gran victoria ante el griego y tampoco sería inesperado que acceda a las instancias finales en Wimbledon y en el próximo US Open, como lo hizo en París. Quien lo describe mejor que nadie es su entrenador, al que bancó en todo su proceso antes y después de la suspensión: “Cuando Nico consigue estabilidad, su juego es totalmente destructivo”, le dijo Juan Ozón a La Tercera. Ya es Nº 28 del ranking, su mejor marca, y va por más.