No hay lugar en el mundo donde experimentar cómo será el futuro de la humanidad como los Juegos Olímpicos, eso es Olympic Lab

Nuestro colaborador Ivan Pérez es uno de los autores del libro Juegos Olímpicos: El Laboratorio del mundo que se puede conseguir en edición impresa y digital a través de Amazon. Como parte de su difusión publicamos el primer capítulo de la obra.

Atletas creados con pastillas. Naciones que desfilan juntas aunque se ‘odian’. Robots que veremos en las calles el próximo año. Países que definen el destino de las personas por sus condiciones y no por sus gustos. Tecnologías que nos cambiaron la vida. Mujeres y hombres que obligan a la ciencia a investigar cuáles son los límites de los seres humanos. Y hasta ensayos para conocer hasta dónde llega la voluntad de los cuerpos y qué diablos es capaz de hacer la mente.

Probablemente no hay otro lugar en el mundo donde se experimente cada cuatro años lo que será el futuro de la humanidad como los Juegos Olímpicos, un evento que ha sido el primero en muchas cosas.

En los años 80, Michael Payne fue el encargado de hacer que los Juegos Olímpicos se convirtieran en lo que hoy soy: un imperio, una máquina de hacer dinero y para muchos, también un evento que es capaz de sepultar la economía de los países. En aquellos años el olimpismo ‘sobrevivía’, las finanzas del Comité Olímpico Internacional eran malas, incluso Michael dice que estuvieron a punto de darse por terminados los juegos por razones financieras

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“Probablemente los Juegos Olímpicos se encuentren en su etapa más fuerte y saludable de su historia” dice. Y es verdad, el evento que creó en la era moderna el Barón Pierre de Coubertin empezó desde 1896 a generar dinero. Por ejemplo, en la primera edición de Atenas, hace 125 años, ya algunas compañías se anunciaban en los carteles según relatan las memorias del COI.

Los Juegos Olímpicos desde siempre han sido la vitrina de los países, los regímenes políticos, movimientos sociales, las compañías de tecnología y las empresas de comunicación.

Por ejemplo, previo a que se consignara en la 19 Enmienda de los Estados Unidos que las mujeres podían votar, dos décadas antes ellas ya participaban en las competencias deportivas en París 1900. Antes de que cualquier revolución feminista tuviera eco, Enriqueta Basilio fue una de las primeras mujeres que se empoderó ante el todo el mundo el día en que encendió el pebetero en los Juegos Olímpicos de México 68.

“Creo que la marca Juegos Olímpicos es fuerte y Bach (presidente del COI) le ha provisto de mucho liderazgo” comenta Michael Payne cuando se le pregunta por el momento actual.

Los Juegos Olímpicos son un escaparate al mundo pero también un arma política. Nunca nadie ha gastado tanto en organizar un evento, sea deportivo o de otra índole, como Rusia. Para la versión de invierno de los Juegos Olímpicos en 2014 invirtieron 50,000 MDD, una cifra descomunal según reportes de agencias internacionales. ¿El motivo? mostrar todo el músculo de ‘modernidad’ que Vladimir Putin ha construido en su gobierno.

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También nunca nadie había experimentado tan abiertamente con el ser humano para convertirlo en máquinas como la Alemania del Este (RDA), que durante más de 20 años crearon, a partir del dopaje, atletas perfectos para demostrar que en el socialismo estaban los mejores y casi lo consiguen.

Entre la inspiración y la mentira

Cuando Gabriela Andersen Schiess entró al estadio Olímpico de Los Angeles era un zombie. Su propio cuerpo la estaba devorando. Los pómulos chupados, las piernas hechas un popote, los labios hundidos y cuando las personas se percataron empezaron a darle fuerza a su alma.

La maratonista suiza no terminaría en una de las mejores posiciones de la competencia, hacía tiempo que la ganadora había cruzado la meta y ella solo aspiraba terminar. No había más que hacer, pero eso lo era todo. Gabriela entró trotando al estadio y ahí su cuerpo se desconectó, no supo más de sí hasta dos horas después. Y apareció lo más maravilloso que tenemos: el alma.

Entonces, con el cuerpo hecho pedazos, comenzó a caminar de lado, encorvada, tambaleándose de un lado al otro, con la boca torcida y la mirada en aquel túnel interminable que era la recta final de 100 metros. Fue una estampa apoteósica, la gente llorando en las tribunas pidiéndole dar un poco más, un poquito más y cuando la ‘zombie’ cruzó la meta el estadio rugió con cariño…

¿De qué están hechos los seres humanos?, ¿qué clase de energía te ayuda a mantenerte en pie cuando tu cuerpo se ha desconectado por completo?, ¿por qué te aferras a seguir si no vas a ganar nada? ¿qué tienen los Juegos Olímpicos que los hacen tan poderosos?

Según estudios de la Universidad de Oxford y la Universidad de Massachusetts hay un factor que le da un empuje extraordinario a los Juegos Olímpicos: “el nacionalismo”. Mirar tu bandera, ver a alguien que representa a tu tierra es una imagen de identidad que supera muchas cosas.

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Pero hay algo más: las sensaciones humanas. Aunque podemos escribir infinidad de páginas sobre el valor social, político y económico de los Juegos Olímpicos todo se basa en los sentimientos y lo que nos provoca ver el éxito o incluso el fracaso de los atletas y países. No hay mejor storytelling y es lo que lo hace relevante para las naciones musulmanas, cristianas, capitalistas, socialistas…

El Centro de Estudios Olímpicos de Barcelona dice que hay varias cosas que suceden en el ánimo de las personas cuando reciben unos Juegos Olímpicos: refuerza la identidad, desecha sentimientos de inferioridad, da a conocer la cultura del país, incrementa los niveles de tolerancia social y da esperanzas para desarrollar el conocimiento y la práctica deportiva.

Pero siendo honestos cuando hablamos de ‘sensaciones’ va más allá de todo esto. Es lo que nos hacen sentir los atletas. Gabriela Andersen- Schiess es un ejemplo de eso. No ganó nada, pero su imagen épica ‘terminando como sea’ su competencia la hizo legendaria.

Hay cosas que el deporte puede superar. En una era donde la tecnología y el dinero lo puede casi todo, a veces no es suficiente para ganar una medalla olímpica. La ciencia y los datos no han encontrado todavía la fórmula para derrotar al rudimentario y rústico entrenamiento de los keniatas y etíopes para superarlos en el medio fondo; ni todos los aparatos disponibles de la tecnología lograron vencer a los dedos callosos y las uñas torcidas de Usain Bolt, el hombre más rápido de todos los tiempos que nació en Jamaica donde casi el 20% de su gente vive en pobreza según indicadores del Fondo Monetario Internacional.

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Las sensaciones de perseverancia, de insistir, de llegar hasta el final aunque el cuerpo esté muerto es una herramienta suficiente de inspiración para los seres humanos.

Pero justamente ese deseo de inspirar también ha hecho que el mundo cree métodos para construir súper humanos como los que hizo la Alemania del Este durante más de 30 años.

Walter Ulbricht, quien fuera secretario del Partido Socialista Unificado de Alemania, dijo en un discurso en 1949 que los deportistas eran “embajadores del país”. Alemania del Este creó el primer programa de dopaje de Estado más grande que se haya conocido hasta el escándalo de Rusia hace seis años.

Le llamaron el ‘dopaje de la pastilla azul’. Para ser más directos, el gobierno hizo experimentos para crear súper atletas que ganarían competencias en los siguientes Juegos Olímpicos hasta finales de los años 80. El ejemplo más claro de lo que ocurrió en aquellos años fue la atleta Heidi Krieger, que hoy es hombre y se llama Andreas. Los altos niveles de testosterona hicieron su cuerpo cambiara por completo. Andreas vive, pero muchos atletas murieron a causa del dopaje y muchos más decidieron no denunciar lo que vivieron en aquel momento.

De acuerdo con una investigación realizada por la BBC de Londres, el dopaje sistemático comenzó en 1974. “Son todavía muy jóvenes y no tienen por qué saberlo todo”. Fue una frase que dijo Manfred Ewald, el director deportivo de la RDA, a los entrenadores cuando anunció el programa.

Más de 10,000 deportistas se sometieron a estas prueba-error de dopaje y al menos 1,000 tuvieron daños irreversibles. ¿Lo peor? Que el programa de dopaje comenzaba con niños de 10 años.

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El relato de la velocista Renate Neufeld lo dice todo:

“Con 17 años, me uní al Instituto de Deportes de Berlín Este. Mi especialidad eran los 80 metros con vallas. Juramos que nunca hablaríamos a nadie sobre nuestros métodos de entrenamiento, ni siquiera a nuestros padres. Era muy duro. Estábamos siempre vigilados. Pasábamos por un registro cada vez que salíamos del centro y teníamos que decir a dónde íbamos y a qué hora íbamos a regresar. Un día, mi entrenador, Günter Clam, me aconsejó que tomara unas pastillas para mejorar mi rendimiento: corría 200 m. en 24 segundos. Él me dijo que eran vitaminas, pero pronto empecé a sentir calambres en mis piernas, mi voz se volvía ronca y a veces no podía ni hablar. Después me empezó a salir bigote y dejé de tener periodos. Entonces me negué a tomar más pastillas. Una mañana, en octubre de 1977 la policía secreta me cogió y me interrogaron sobre mi negativa a tomar las pastillas prescritas por mi entrenador. Entonces decidí huir con mi prometido”.

Hitler en Berlín 1936, la RDA en los años 70 y 80’s, China con sus Juegos Olímpicos de 2008 y próximamente 2022, Vladimir Putin con Sochi 2014, Estados Unidos con Los Angeles 84 y Atlanta 96, los acercamientos de Corea del Sur con Corea del Norte son solo algunos ejemplos de cómo los gobiernos toman los Juegos Olímpicos como un estandarte político y también de propaganda, aunque lo nieguen.

El laboratorio tecnológico y comercial

Coca-Cola es una de las empresas con mayor historia ligada al movimiento olímpico. Está presente desde los Juegos de Ámsterdam en 1928 e incluso cuando Estados Unidos boicoteó los JO de Moscú la marca estuvo allí. Para ser precisos, desde 1896 el evento tuvo compañías que patrocinaban de una u otra forma las competencias.

En los primeros Juegos de la era moderna, en Grecia, se comercializaron 12 estampas el día de inauguración. Hoy por venta de derechos de transmisión se facturan más de 3,000 MDD.

La tecnología y el aspecto comercial han sido parte fundamental para el desarrollo del evento y también una forma de testear nuevos productos. Por ejemplo para Tokio estarán disponibles para los atletas autos sin conductor, dirigidos por inteligencia artificial para llevarlos a las sedes de las competencias o lugares de entrenamiento. También todos los accesos para directivos y competidores será por medio de reconocimiento facial, una técnica que de funcionar esperan instaurar de manera masiva en Japón.

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Tokio 2020 tendrá un sistema de seguridad que se basa en inteligencia artificial con una herramienta de Hitachi LTD que permite procesar 3.6 millones de imágenes por segundo y que identifica, y lanza alertas hasta por la forma de caminar de las personas. Algunos reportes de Reuters indicaron que Samsung (uno de los patrocinadores del COI) tiene planeado lanzar un móvil con red 5G para adelantarse en la carrera para derrotar a Apple, aunque claro, la suspensión de un año del evento le hizo perder tiempo en esa ‘batalla’.

Pero la tecnología y el negocio han ido probando modelos y sistemas con el paso de las ediciones. En México 1968 entró con mayor fuerza el uso de la tecnología. La aparición de las pizarras electrónicas y los contadores se empezaron a comercializar después de los Juegos Olímpicos por el éxito que tuvieron.

En ese mismo año se realizó en el país la primera transmisión vía satélite de un evento y a color. El mundo adoptó la tecnología y comenzó el aumento de la venta de televisores como una de las formas de entretenimiento más importantes del mundo.

Pero si hay que señalar un ‘antes y un después’ para que el negocio y las empresas tuvieran el deseo de estar asociados con los Juegos Olímpicos fue la creación del programa TOP que opera desde Seúl 1988.

Michael Payne fue uno de los responsables de crear el programa de comercialización que sigue operando en el Comité Olímpico Internacional. Según sus reportes anuales pasaron de los 96 MDD (por el ciclo 1985-1988) a 1,003 MDD (2013-2016) por ingresos de patrocinadores sin contar lo que facturan por derechos.

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Los Juegos Olímpicos son un laboratorio que no tiene respuestas únicas. Barcelona es el modelo más exitoso pero 12 años después el mismo evento llevó a la quiebra a Grecia. Claro, son circunstancias distintas pero al final la misma receta que no funcionó. China casi juró que sus problemas de respeto a los derechos humanos no sería más un ‘tema’ cuando organizó Beijing 2008 y 14 años después tendrán la edición invernal y ‘el problema’ está vigente. Lo único que queda y que se repite (y que nos fascina) son las historias de los atletas.

Si acaso los Olímpicos son poderosos, es porque tocan las emociones y también porque sirven como una plataforma para ensayo-error de lo que es o puede ser el mundo, con lo malo y lo bueno.

El libro puede ser adquirido en Amazon impreso y digital.